El 10 de septiembre de 1867 la reina Isabel II de España firmó el decreto real que otorgó a Pinar del Río el título de ciudad.
157 años han pasado desde entonces y la urbe se distingue, sobre todo, por la nobleza, humildad y laboriosidad de su gente.
Una mezcla de estilos sustentan el eclecticismo arquitectónico del que presume la ciudad, marcado por la presencia de viviendas con cubiertas de tejas criollas, columnas y portales.
El Palacio de Guasch, el hotel Globo, la fábrica de Guayabita del Pinar y el Parque de la Independencia son algunos de los tantos sitios emblemáticos de una urbe joven que reclama el esfuerzo de todos para su conservación.