Buscando condiciones similares a las del espacio, las misiones análogas tienen un mismo objetivo: preparar a los humanos para sobrevivir fuera de la Tierra.
Técnicamente, explicó la astronauta mexicana Carmen Félix a Muy Interesante, estamos listos para ir a Marte. La humanidad ha desarrollado la tecnología suficiente para alcanzar la superficie del Planeta Rojo con cohetes tripulados. Sin embargo, para que eso suceda, cientos de especialistas —como ella misma— han de sobrevivir las misiones análogas. Algunas de ellas, en las regiones más inhóspitas del Desierto de Atacama, en Chile.
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Como uno de los ecosistemas más áridos del mundo, el desierto que se extiende al norte de Chile es el escenario perfecto para simular misiones a Marte. Completamente vestidos como astronautas, los científicos pasan largas horas de entrenamiento bajo el Sol del desierto. Las condiciones climáticas son las más cercanas a las que se encontrarían en nuestro planeta vecino, explica Félix. Así funciona.
¿Qué son las misiones análogas?
«Los viajes al espacio involucran más que sólo el lanzamiento de un cohete», explica Omar Montalvo, especialista de la Agencia Espacial Mexicana (AEM). Para ello, se llevan a cabo cientos de experimentos previos a que despegue una nave espacial —y con más razón, si tiene una tripulación humana abordo.
Así las define el especialista en un comunicado:
«LAS MISIONES ANÁLOGAS] SON PRUEBAS REALIZADAS EN LA TIERRA, DÓNDE SE UTILIZAN ENTORNOS NATURALES O ARTIFICIALES PARA SIMULAR MISIONES EN EL ESPACIO, YA SEAN EN LA LUNA, MARTE O EL VIAJE A BORDO DE UNA NAVE».
Algunos de estos experimentos se realizan en los desiertos más áridos del mundo. Uno de ellos es el Desierto de Atacama que, con una extensión del 30 % del territorio chileno, es el espacio más cercano a las condiciones de Marte. Después de años de evolución natural, el Planeta Rojo es un paraje polvoso y desolado, inapto para la vida como la conocemos en la Tierra. Por ello, los astronautas se preparan en los espacios disponibles que se acercan a estas condiciones hostiles.
Las misiones análogas se remontan a la década de los 60, cuando se empezó a planear el primer alunizaje tripulado de la historia. Específicamente para Apollo 11, cuando Buzz Aldrin y Niel Armstrong pusieron a prueba sus habilidades de recolección y supervivencia en cráteres y faldas de volcanes terrestres.
Con la mirada en las estrellas
De acuerdo con la NASA, hay tres razones principales para realizar misiones análogas aquí mismo, en la Tierra:
- No todos los experimentos se pueden realizar en el espacio: no hay suficiente tiempo, dinero, equipo y mano de obra.
- Estando en la Tierra, es mucho más fácil medir quiénes sí son aptos para viajar al espacio exterior.
- Las misiones análogas terrestres son más rápidas y mucho menos costosas.
Por todo lo anterior, las agencias espaciales se alían con los gobiernos de los países y líderes en la industria para financiar y orquestar estos esfuerzos científicos. Cuando los astronautas han pasado filtros minuciosos que acreditan su experiencia profesional en campo, es momento de prepararles para viajar más allá de la atmósfera terrestre.
Aunque las misiones análogas se acercan a las condiciones en el espacio exterior, el cuerpo humano no está nunca listo para recibir la cantidad de radiación que existe fuera de la Tierra. Como nuestro planeta está protegido por el campo magnético terrestre, estamos naturalmente protegidos contra las partículas nocivas que generan otros cuerpos celestes en el cosmos.
Con todo lo anterior, la NASA reconoce que el espacio exterior es un «lugar peligroso y poco amigable», según lo describen en su portal oficial. Incluso cuando los astronautas viajan a la Estación Espacial Internacional, el riesgo que corren puede tener impactos vitalicios en su salud y forma de vida. Las misiones análogas ayudan a medir estas consecuencias y, en el mejor de los casos, a mitigarlas en la búsqueda de colonizar otros mundos.
Tomado de National Geographic en Español