Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en la Sesión Constitutiva de la X Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 19 de abril de 2023, “Año 65 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)
Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana;
Queridos compañeros de la Generación Histórica que nos acompañan;
Nuevos miembros del Consejo de Estado;
Miembros del Consejo de Ministros;
Invitadas e invitados;
Diputadas y diputados:
Nuestras primeras palabras son para extender la felicitación a las compañeras y compañeros hoy elegidos o designados, respectivamente, para ocupar la dirección de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el Consejo de Estado y el Consejo de Ministros.
¡Felicidades a todos en el Día de la Victoria! El 19 de abril de 1961, en las arenas de Playa Girón, Cuba ganó el derecho a celebrar este día, al propinarle su primera gran derrota al imperialismo en América (Aplausos y exclamaciones de: “¡Viva Fidel!”).
Se trata del triunfo de lo justo sobre lo injusto, del pequeño David frente al gigante Goliat, de una Revolución socialista frente a las narices de un imperio, tal como la definió Fidel en 23 y 12, en la despedida de duelo por las víctimas del bombardeo a los aeropuertos de Ciudad Libertad, Santiago de Cuba y San Antonio de los Baños, en el preludio de la invasión.
Es tan épica esa victoria que 62 años después los derrotados no han podido perdonarnos. Y es gracias a esa victoria que hoy instalamos, por décima vez, la Asamblea del Pueblo (Aplausos).
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Las 470 personas que recién juramos como diputadas y diputados no ganamos el curul por tener más dinero o el respaldo de partidos electorales, cuyo único fin es colocar en el lugar donde se deciden las leyes del país a un defensor de los intereses de determinados grupos de poder.
Cada uno de nosotros está sentado aquí para defender los intereses de la mayoría y no vamos a cobrar más ni vamos a recibir prebendas por ejercer como diputada o diputado, como sí ocurre en tantos países que presumen de modelos democráticos multipartidistas.
Cuba defiende el Partido único, garantía de la unidad desde que José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, porque está en la raíz de nuestra historia y porque no se disgregan ni se confrontan las fuerzas de una pequeña nación que hace 200 años fue oficialmente declarada como apéndice para anexar al poderoso vecino, cuando ya se gestaba un voraz imperio.
En unos días, el 28 de abril, se cumplirán dos siglos de que el entonces secretario de Estado y más tarde presidente de la Unión, John Quincy Adams, dejara definida para Cuba su teoría de la “fruta madura”: “…hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno”.
Desde aquel anuncio de abril hasta la promulgación de la Doctrina Monroe, en diciembre de 1823, transcurrieron meses. Pero desde entonces hasta los días que corren, durante 200 años, la política del vecino poderoso ha sido una sola, aunque se alternen dos partidos en el poder. Para Cuba, al menos, es muy difícil distinguirlos, mientras, por ejemplo, prácticamente todas las medidas aplicadas por el republicano Donald Trump para reforzar el bloqueo las mantenga su adversario político el demócrata Joe Biden.
“Remember Girón”, advertían nuestros padres ante cada nueva amenaza de invasión que hubo después de 1961. La consigna permanece viva en el imaginario popular, porque la actitud mercenaria también lo está. Sin Nicaragua y sin Somoza, ahora los invasores entrenan en los Everglades y amenazan desde sus cuevas en las redes sociales.
El poderoso vecino sigue siendo generoso con los “prestados” para destruir a la Revolución y cada año destina decenas de millones de dólares a quienes se ofrecen para subvertir el orden interno en Cuba, ya sea de modo presencial o vía Internet.
Ni un solo día en estos años, hemos dejado de sentir los golpes de esa guerra no declarada contra la economía y la sociedad; contra la vida cotidiana y los sueños de progresos de toda una nación.
Así como recordamos Girón, recordaremos siempre la crueldad del bloqueo reforzado en condiciones de pandemia; la infame inclusión de Cuba en una lista de supuestos patrocinadores del terrorismo para sitiar todas las vías financieras; el oxígeno que se negaron a darnos, mientras estimulaban rebeliones callejeras, de algún modo nos lo negaban ya al cerrar cada posibilidad de comercio o financiamiento.
De todas esas batallas va saliendo vencedor el pueblo y no tengo ninguna duda de que, como en Girón, ¡seguiremos venciendo! Cuba mantiene intacta su línea de principios y su disposición al diálogo, pero sin presiones ni condicionamientos.
Pero, tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe. Un día, más temprano que tarde, tendrá que cesar la política de la hegemonía; el multilateralismo ocupará su espacio y Cuba podrá probar hasta dónde puede llegar una nación de gente noble, creativa y talentosa unida en torno a objetivos claros, si se le libera de presiones y bloqueos.
Ahora, concentrémonos en lo que nos toca y podemos hacer, incluso atados de pies y manos. Para pensar y trabajar juntos, pasando por encima de esas condiciones que no podemos cambiar, se funda esta X Legislatura.
Todos nosotros tendremos ahora menos tiempo para nuestras familias y profesiones, menos horas de descanso. Solo nos esperan mayores responsabilidades y un elevado deber: servir al pueblo de Cuba, conectados siempre con sus demandas y necesidades.
Me detengo aquí para puntualizar lo que considero que deberá distinguir a la nueva legislatura: el contacto permanente con los barrios, con las comunidades, con los que nos eligieron, conscientes de que no podemos hacer milagros, pero sí podemos transformar la desafiante realidad de Cuba hoy si logramos crear la sinergia indispensable entre los esfuerzos individuales y colectivos; entre los barrios y los municipios; entre los municipios y la provincia, entre las provincias y la nación.
Compatriotas:
Desde los primeros tiempos del Poder Popular, la consigna fue elegir a los mejores. Pero elegir buenos entre buenos, siempre será un ejercicio difícil e incompleto.
Es por eso que invitamos a una representación de personas de extraordinarios valores, como ustedes, pero que no estuvieron en las candidaturas por una razón obvia: hay muchos más buenos cubanos que escaños en el Parlamento (Aplausos).
Aquí están invitados rescatistas del hotel Saratoga y de la Base de Supertanqueros (Aplausos); creadores de vacunas y medicamentos que nos salvaron de la COVID-19 (Aplausos); innovadores e investigadores que han participado en la creación de ventiladores pulmonares, en la creación de prótesis de cadera, piezas para plantas eléctricas (Aplausos); estudiantes y profesores que pasaron sus vacaciones trabajando en Zona Roja y en la reconstrucción de escuelas y casas arrasadas por el huracán Ian (Aplausos). Está Alexis Leiva Machado, Kcho, con su mítica Brigada Martha Machado, que levantó una escuela nueva y varias casas en el lugar más devastado, por donde entró el ciclón y que continúa trabajando en esa comunidad en varios proyectos (Aplausos); juristas que nos acercaron a la comprensión del Código de las Familias (Aplausos); líderes de proyectos comunitarios, delegados de base que desarrollan un buen papel, como “Paquito de Cuba” (Aplausos), entre otros muchos que podían estar y que no caben en este recinto (Aplausos). ¡Por eso, en esta Asamblea está el pueblo de Cuba! (Aplausos prolongados.)
Difícilmente olvidaremos aquellos días inciertos en que apenas dormimos y al despertar la primera mirada iba directo a las cifras de la COVID-19.
Estoy bastante seguro de que ninguna simulación de Inteligencia Artificial podría resumir la proeza del pueblo cubano en los últimos años. La resistencia creativa de la gente de este país, su resiliencia, supera los límites de cualquier simulación o predicción. No hay algoritmo capaz de reflejar todo lo que vivimos. Eso solo puede ser sentido (Aplausos).
¡Cuba es un sentimiento, y es una fuerza capaz de enfrentar y vencer los peores vendavales!
La economía mundial, incierta e inestable en todas las latitudes, plantea el primer y mayor desafío para el nuevo Consejo de Ministros, que debe contar con el acompañamiento fundamental de todos para enfrentar obstáculos y resolver ineficiencias.
En lo inmediato, la dirección principal debe centrarse en la producción de alimentos, el aprovechamiento de las capacidades productivas ociosas, el incremento de los ingresos en divisas, las transformaciones que requiere la empresa estatal socialista, la eficiencia del proceso inversionista, la complementariedad de los actores económicos y la participación de la inversión extranjera. Todo ello en función de incrementar la oferta de bienes y servicios y controlar la inflación, lo que se constituye en la principal prioridad de trabajo en la batalla económica. Hay que asumir ese gigantesco desafío sin desalientos.
Con el recrudecimiento del bloqueo, la crisis mundial y nuestras incapacidades la situación económica y social del país se ha complejizado mucho, y los sueños, planes y proyectos a los que nunca renunciaremos se ralentizan. A veces parece que nunca serán posibles. Pero si repasamos la dinámica de los últimos cinco años, comprobaremos que, bajo las peores circunstancias y las más criminales presiones, nos convertimos en uno de los pocos países que se salvó a sí mismo de la pandemia con sus propios esfuerzos y talento.
Cuando me preguntan de dónde saco el optimismo para enfrentar tantos problemas, yo pienso en esas proezas. En eso y en cientos de soluciones y propuestas de soluciones que encuentro cada vez que veo a personas que invierten inteligencia y energías en el afán de encontrar soluciones a los problemas de su entorno, en lugar de llenarse de lamentos y acusaciones.
Respeto profundamente el derecho de cada cual a expresar sus quejas, pero no puedo dejar de contrastar actitudes: la de los que critican del modo más efectivo, luchando, haciendo, mostrando o creando soluciones, y la de aquellos que solo ven los errores y las culpas de otros.
Diputadas y diputados:
En los últimos seis meses se han realizado en el país tres procesos de votación popular, todos en un contexto de aguda crisis y bajo el ataque de una campaña mediática orientada a imponer las matrices de un Estado fallido debido a un gobierno incapaz y a diseminar el odio.
El verdadero enemigo de la nación cubana apuesta al estallido para apoderarse del país y devolverlo a la era neocolonial que ya sufrimos y conocemos, ese enemigo vio en cada una de las votaciones recientes: el Referendo del Código de las Familias, las elecciones para delegados y luego para diputados, un momento clave para el ataque a la legitimidad del Gobierno y cifró sus esperanzas en la posibilidad de un alto abstencionismo.
La prueba más fehaciente de que esa era la idea fueron los titulares del día siguiente. Todos, prácticamente sin excepción, hablaban de abstencionismo histórico, aunque tanto el nivel de participación como el voto válido y el voto unido, estaban por encima de la media de otros modelos de democracia en el mundo.
Los que vaticinaban una alta abstención, conscientes de que el viejo diseño de Lester Mallory de emplear la guerra económica a fondo para generar dificultades que induzcan a la apatía política, volvieron a quedarse con las ganas.
Ese 75,8 % de participación no hubiera sido posible sin la confianza del pueblo en la Revolución. Y esa confianza se expresa en participación. Fue una muestra de civismo, pero también de patriotismo y, sobre todo, de conciencia política. ¡Ahora esa confianza no la podemos defraudar! Nos tiene que comprometer más a todos. Nos obliga a trabajar por todo el país, en representación de toda Cuba.
Si trabajamos sistemáticamente en cada uno de los municipios o distritos, si acompañamos a las autoridades locales sin suplantar funciones, si seguimos escuchando a la gente y llevamos a instancias superiores problemas que sobrepasan las posibilidades de los territorios, estoy seguro de que lograremos avances cotidianos en la solución de estos asuntos.
La transparencia de nuestro proceso electoral han tratado de negarla también, pero no tienen ni una sola prueba que pueda poner en duda su limpieza.
Desde las propuestas de los precandidatos en los plenos de las organizaciones sociales y estudiantiles comienza a expresarse la transparencia, que prosigue con el análisis y aprobación de las candidaturas en las asambleas municipales.
Se demostró que cuando se interactúa constantemente con las bases populares, de las cuales todos somos parte y a las cuales nos debemos, podemos ayudar a resolver los problemas antes de que se hagan más graves e irritantes.
¿Cuántas dificultades y deficiencias acumuladas no se resolvieron en los días de intercambio con los electores? Por eso insisto en que debemos mantener y perfeccionar ese sistema de trabajo y que sea una prioridad de la nueva Legislatura.
Hay que dar respuesta a todos los planteamientos hechos por el pueblo en los encuentros de las semanas previas al 26 de marzo y a los que se originarán después.
El avance del país en medio de las profundas dificultades que generan los obstáculos externos a nuestra economía, pero también el burocratismo, la indiferencia o la corrupción –inaceptable por principio–, depende en mucho de que cada diputada y diputado asuma con entrega y compromiso, el histórico desafío que nos hemos planteado: ¡vencer al bloqueo sin esperar que lo levanten! (Aplausos.)
Compatriotas:
Me complace mucho ver cuánto se ha rejuvenecido nuestro Parlamento, cuando una de las mayores preocupaciones de los últimos meses y años es el envejecimiento poblacional y la alta emigración que involucra a los segmentos más jóvenes de nuestra sociedad.
Quiero dar gracias a los jóvenes cubanos por la inspiración y el estímulo, pero también por la consagración y el ejemplo, que fueron decisivos para hacer posible todo lo que hemos logrado, lo que hemos avanzado en medio del vendaval de muchas crisis: la que nos inducen cuando nos bloquean; la que nos llega porque sí, porque vivimos dentro de un mundo en crisis, y la que generamos nosotros mismos con nuestras insuficiencias.
Los jóvenes cubanos están entre los que hacen este país, los que sostienen esta Revolución y el sueño de lo que hacemos y haremos en el futuro. Como todo el pueblo cubano, sufren las necesidades económicas y sus terribles consecuencias. Pero son jóvenes también los que saltan por encima del bloqueo, de las carencias, los que hacen su día a día, con ideas de futuro, dispuestos a hacer de Cuba un país mejor, desde dentro o desde afuera.
La idea de que siempre será posible levantar un país mejor jamás puede abandonarse, menos en los tiempos difíciles o bajo el influjo de los mensajes desalentadores. Los cubanos hemos aprendido a no darnos por vencidos, porque no vemos en la dificultad un obstáculo, sino un desafío. Y lo enfrentamos. Ese temple es una característica de nuestra idiosincrasia.
Como expresé hace un año hablando con jóvenes, en mis años de dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas, en una ocasión Fidel nos advirtió que en una Revolución asediada y bloqueada como la nuestra algunos compañeros se cansan, se burocratizan, pierden el entusiasmo de los primeros tiempos y que nosotros teníamos que hacer el papel de resorte, de estimuladores, revolucionando la Revolución.
Fue en los noventa, años muy duros, con los precios disparados al infinito para lo poco que se podía comprar; con apagones mucho más largos que los actuales, aunque con pocas colas en las gasolineras porque casi nunca había combustible para servir.
Nos preparamos entonces para la Opción Cero, pero jamás renunciamos a construir un país mejor. Como el heroico pueblo vietnamita que, en medio de una guerra terrible, se planteaba levantar un Vietnam diez veces más hermoso.
“Son los sueños todavía, los que tiran de la gente, /como un imán que los une cada día”, cantaba por aquellos años Gerardo Alfonso en un verso que define bellamente el afán colectivo de levantar un país mejor. Por eso puedo afirmar que lo podemos hacer mejor hoy y que mañana los jóvenes lo harán mejor aún, ¡porque quien nació de esos sueños no permitirá que sea de otra manera! (Aplausos.)
Son los jóvenes los mejores revolucionarios porque reconocen las dificultades diarias y se enfrentan a ellas y tratan de cambiarlas, y lo logran muchas veces. Porque a pesar de la adversidad siguen sonriendo, amando y creyendo en la posibilidad de un país mejor, a pesar de que algunos los conviden a no participar, a destruir, a odiar.
Entienden que para que un mundo mejor sea posible hay que aceptar las diferencias del otro, ser inclusivos, abolir las discriminaciones de cualquier clase y comprender que la equidad es un valor de realización que merece cultivarse en cualquier sociedad.
Lo demostraron defendiendo el Código de las Familias como algo propio y apoyando todas las batallas justas contra la exclusión y el acoso, porque son feministas, ambientalistas y antirracistas. Y renovaron la pasión por el béisbol nacional cuando se armó el Team Asere, del Clásico, sin dejar de seguir a sus equipos de fútbol y siguen bailando y disfrutando la mejor música cubana.
A cada uno de nosotros, por nuestra parte, nos toca estimular que ese espíritu juvenil se exprese y que demuestren lo que pueden dar y lo que pueden aportar, evitando las manifestaciones que muchas veces afectan esas potencialidades y están relacionadas con la falta de atención, la vanidad, los celos, los prejuicios y, lo que es peor, esquemas mentales vencidos por el tiempo.
Hay que convencer, pero sobre todo probarles a nuestros jóvenes que sí les será posible realizarse en su patria. Que propongan ideas, proyectos y prueben en la práctica su eficacia en función de un país mejor.
Las medidas que se aprueben no pueden morir por demoras injustificadas en su aplicación. La vida de cada persona no es eterna y el tiempo y las necesidades de todos taladran el espíritu de la nación. Cada vez que una solución aparezca, debemos colocarle delante la dinámica de lo urgente.
Por otro lado, no podemos ser parte de la politización de la emigración cubana, con la que trafica el enemigo. Debemos defender una relación con los emigrados cubanos que les deje claro que admiramos sus triunfos y que su patria los respeta, los mira orgullosa y los espera de regreso, aspirando simplemente a que respeten y defiendan el suelo que los vio nacer y los formó con amor (Aplausos).
No estoy hablando, por supuesto, de los que le han vendido el alma al diablo, lucrando con el dolor del pueblo cubano en patéticos shows macartistas. Hablo de esos que, viviendo en cualquier lugar del mundo, conservan el amor hacia su país de origen y los deseos de que progrese, a pesar de las montañas de obstáculos que les representa relacionarse con Cuba por diversidad de razones y sinrazones.
Los que aquí estamos resistiendo y construyendo contamos con esos cubanos que no se avergüenzan de sus orígenes para ayudar a sostener la nación.
El socialismo es lo más cercano que hay a la juventud, porque no es una obra acabada, se va haciendo todos los días y la energía y la ambición natural de los jóvenes son fundamentales en esa obra.
Pero ¿por qué la Revolución? ¿Por qué el socialismo? A veces lo vemos como el fin, la meta. La Revolución es el medio, es la vía de conquistar para todos el mayor grado de justicia social posible y también de felicidad.
Eso no es posible lograrlo en otros sistemas, donde el bienestar se asocia a la opulencia, donde unos tienen muy poco o no tienen prácticamente nada porque otros se apropian de la mayor parte de la riqueza creada por los que menos tienen.
El proyecto de país que nos hemos propuesto pretende encontrar una mejor sinergia, diferente a la de otros modelos, que conduzca a mayores niveles de equidad y de realización, tanto a nivel individual como colectivo, que tenga el sello de los valores que compartimos como sociedad y que además incorpore sostenibilidad y prosperidad. En un contexto tan adverso como en el que nos ha tocado vivir, tal idea puede sonar muy ambiciosa.
Pero siempre es arduo cuando se emprende algo novedoso, más cuando se trata de construir un paradigma diferente de sociedad. Escasean los referentes para comparar, o los que sirven se ajustan en algún sentido, pero en otros carecen de compatibilidad por cuestiones culturales o axiológicas. Que sea difícil, no nos puede conducir a pensar que es renunciable. De imposibles está llena nuestra historia. Es una tradición superar retos; mientras más y mayores sean, más ímpetu y ansiedad por superarlos. ¡Tenemos que saber que podemos y que debemos lograrlo! (Aplausos.)
No fue un milagro lo que nos trajo hasta este momento de la historia. Fue una Revolución que comenzó en 1868, peleando casi sin armas contra el imperio más poderoso de su época, por obtener independencia, soberanía y el fin de la esclavitud.
Fue la pelea de un hombre menudo, enfermo y pobre, pero iluminado de ideas universales humanistas, para unir a todas las generaciones que no habían logrado cumplir aquellos sueños.
Fueron otros hombres y mujeres que sufrieron la frustración de aquellos anhelos y le dieron continuidad al combate, entonces contra la nueva dependencia y otro gran imperio.
Y fue una generación heredera de todas las que le antecedieron que resumió el legado en un afán libertario que conquistó por fin la independencia y la soberanía con las armas. Y en posesión definitiva de esas conquistas, se propuso y logró levantar una nación libre, respetada y admirada en el resto del mundo por su dignidad, su voz propia, su solidaridad con todas las causas justas y la educación y el talento de sus hijos.
Es, en síntesis, un pueblo heroico que jamás se cansó de luchar y de cuyo heroísmo brotaron líderes que casi dos siglos después lo siguen inspirando. Herederos de todos y enlace entre todas las generaciones emergen Martí y Fidel como símbolos de esa extraordinaria riqueza nacional.
A Raúl, líder de la Revolución Cubana, continuador de las tradiciones de lucha y guía de quienes asumimos las más altas responsabilidades en el país, ¡gracias por el apoyo y la confianza que no defraudaremos jamás! (Aplausos.)
¡A Cuba, al pueblo cubano, nuestro reconocimiento por su valor, por su dignidad, por su fidelidad como principal protagonista de otro abril de victorias! (Aplausos.)
Querido pueblo al que me enorgullece pertenecer, recibe el respeto, admiración y el inmenso cariño de quien se siente deudor siempre. Hoy ratifico que te serviré con pasión, compromiso, sin desgano, hasta las últimas consecuencias (Aplausos).
Compañeras y compañeros, ustedes lo han dicho: ¡La unidad y la victoria son la esperanza, la unidad y la victoria son el presente y el futuro de la patria y el socialismo!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
Tomado de Cubadebate