“Me han contado que usted es el hombre que más trabaja aquí y quiero entrevistarlo”, le dije cuando por fin conseguimos localizarlo en el poblado de Herradura (la tierra de Mijaín López, lo cual quizás no viene al caso, pero ya que hablamos de gente grande, lo menciono).
Me contestó enseguida: “Los que realmente trabajan son mis subordinados; yo los oriento, los guío, los cuido, eso es lo que yo hago”.
Sus compañeros de Etecsa le dicen “el Vara” y en cuanto lo vi, comprendí el motivo: es alto y delgado, quizás lo era un poco más hace 54 años, cuando comenzó a trabajar en las comunicaciones:
“Me inicié como liniero, después como jefe de brigada, luego como reparador, y por ahí fui escalando hasta que me dieron esta misión de conducir las tropas en las recuperaciones y en todas las averías que se presentan por ahí”.
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Y sin una pizca de fanfarronería, en parte porque es modesto como suelen ser los mejores y también porque son circunstancias siempre lamentables, rememora: “De 1998 para acá he estado en todos los ciclones, incluyendo el que pasó en 2004 por Granada, allá me pasé como 50 días”.
¿No se siente cansado? Preguntas locas que a una se le ocurren: “No, hombre, no. Los hombres se cansan cuando se mueran; mientras están vivos, no se cansan. Estaré trabajando hasta que pueda, hasta que la salud me dé”. A partir de aquí nadie se asombrará de que Montes de Oca esté propuesto para ser distinguido como Héroe del Trabajo de la República de Cuba, un “run run” que ya ha llegado a sus oídos, pero él no le pone mucho asunto: “No me preocupo por los reconocimientos”.
A Pinar del Río llegó Juan Matías Montes de Oca Suárez el 28 de septiembre, pisándole los talones a Ian, y allí estaba el sábado 22 de octubre, haciendo lo suyo, sin prisas, pero extrañando a su esposa: “Ella siempre dice que la acompaña su amiga la soledad”.
Realmente, el matrimonio del Vara ha superado unas cuantas distancias: “Aparte de todas esas misiones, cumplí una larga en La Habana, apoyando allí del 2001 al 2004, ya había estado antes del ‘89 al ‘92. También pasé dos años en Angola, casi dos en Nicaragua”.
Ya cumplió 42 años de casado y se le nota en la sonrisa el enamoramiento ese bien curtido, a prueba de todo; sin embargo, no puede negarnos la coexistencia de otro amor largo y hondo:
“Era un guajirito que lo único que sabía hacer era sembrar tabaco y cortar caña, soy del Escambray, por allá también se sembraba tabaco. Eso era lo único que sabía hacer, y en el año ‘67 entré al Servicio en una unidad del Ejército Central que era de comunicaciones. Ahí fue donde me inicié como comunicador y hasta el día de hoy no he hecho otra cosa. Eso me cambió la vida, yo amo las comunicaciones”.
Justamente ese sentimiento lo llevó esta vez desde su Cienfuegos natal hasta la provincia más occidental de Cuba y allí sentirse como en casa: “Aquí hemos hecho un equipo de trabajo fuerte con la jefa de Centro, con el jefe de Operaciones; un equipo que nos ha permitido en un tiempo récord levantar este municipio. Hemos laborado a buen ritmo. Esto es un esfuerzo colectivo, con los compañeros de la Empresa Eléctrica también colaboramos, hay muchos lugares en que hemos estado apoyados a las redes de ellos, ponemos el poste y le dejamos su espacio, aquí todos hemos cooperado.
“De los vecinos te cuento que nosotros hemos llegado a lugares, como allá en Puerta de Golpe, que es un pueblecito de personas humildes y familias que lo único que tienen es un ranchito porque la casa se la llevó el huracán; al momento vienen con un pomito con café; ‘¿quieren agua?; no hay fría, pero hay caliente…’. Hemos tenido un apoyo incondicional de los pinareños. Los pinareños son solidarios, merecen toda la ayuda que les estamos brindando”.
El Vara anda rodeado de jóvenes: “Algo que me caracteriza es que me gusta trabajar con los jóvenes. Por mis manos han pasado muchos recién graduados de la universidad que se han comenzado en esta Empresa. Hay algunos que empezaron conmigo de medidores de cable, de especialistas, y hoy son máster, son jefes ya con una preparación y una experiencia vastas en las comunicaciones.
“A la juventud lo que hay es que guiarla, enseñarla. Cuando hay que regañarla, regañarla; cuando hay que pelearle, pelearle… Yo me fajo con ellos, les digo cuatro cosas si se las tengo que decir, pero después les pongo la mano al hombro, no soy una persona de rencor ni de estarles guardando cositas ni nada de eso. El arte de enseñar no todo el mundo lo tiene. A mí me gusta, lo poco que sé de esto me place transmitirlo y que los compañeros lo apliquen”.
Todos los días les ofrece consejos: “Lo primero para ser un buen operario es que le guste y que ame las comunicaciones. Al que eso no le corra por las venas y no lo haga así, de corazón, nunca será un buen comunicador. El que venga solo a buscar un salario, jamás será un buen comunicador. Nosotros dentro de los jóvenes tenemos muchos que de verdad les gusta, lo que hay es que guiarlos, enseñarlos, ponerse a su lado, atenderlos, ayudarlos a resolver sus problemas, ya sean laborales o familiares. Porque no es menos cierto que hoy estamos en tiempos difíciles y si uno no los apoya para que se abran camino, nunca tendremos buenos trabajadores, buenos comunicadores”.
Tomado de Guerrillero