En noviembre de 1868 la ciudad de Bayamo se convirtió en la capital de la Revolución iniciada por Carlos Manuel de Céspedes, tras el levantamiento armado en su ingenio Demajagua el 10 de octubre de ese año, pero era preciso que el movimiento insurgente se extendiera por la Isla, y llegara sobre todo a las inmensas planicies camagüeyanas.
Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, contaba con gran parte de la industria azucarera y tenía vías de comunicación con el resto del país por el ferrocarril y sus puertos, como el de Nuevitas, que facilitaban el envío de tropas y medios para sofocar a los insurrectos orientales.
Desde el principio, los patriotas camagüeyanos estuvieron comprometidos con el alzamiento iniciado por el Padre de la Patria, sin embargo prevalecieron algunas indecisiones entre ricos hacendados alrededor de la mejor fecha para iniciar la Revolución, en espera de contar con mayores recursos bélicos y financieros. En tanto otros dudaban del éxito de la guerra y eran proclives a la vía reformista.
En la región se constituyó el Comité Revolucionario del Camagüey, formado por Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte Loynaz y Eduardo Agramonte Piña, quienes designaron para la dirección militar a Augusto Arango Agüero.
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La fecha del levantamiento en Santa María del Puerto del Príncipe se decidió al conocer Cisneros Betancourt, a inicios de noviembre de 1868, acerca del arribo inminente de un barco por el puerto de Nuevitas, cargado de armas para el ejército colonial que estaba de operaciones en la zona oriental, lo cual impuso la incorporación inmediata a la insurrección para impedir la llegada de tales medios.
Así, en la madrugada del 4 de noviembre de 1868 los conspiradores camagüeyanos se pronunciaron en el paso del río Las Clavellinas, a 13 kilómetros de la ciudad de Puerto Príncipe, y cerca de un centenar de conspiradores se alzaron en armas.
Cuando ocurrió el alzamiento Ignacio Agramonte se encontraba en tareas conspirativas en la ciudad de Camagüey, pero el 11 de ese mes en el ingenio El Oriente, cerca de Sibanicú, se dio a la tarea de organizar su Estado Mayor, así como formar y entrenar a una disciplinada infantería y caballería que se harían legendarias con su jefe al frente.
En medio de esos esfuerzos, Agramonte emergería como un factor fundamental de unidad y radicalismo el 26 de noviembre, cuando en la reunión del Paradero de las Minas, contrarrestó entre los presentes la idea de deponer las armas al expresar que “…acabarán de una vez los cabildeos, las demandas que humillan, Cuba no tiene otro camino que conquistar su redención, arrancándosela a España con la fuerza de las armas”.
Tras el acontecimiento, los patriotas de ese territorio tuvieron su bautismo de fuego el 28 de noviembre frente a las tropas de Blas Villate, Conde de Valmaseda, quien con 800 hombres de las tres armas avanzó por la línea férrea hacia Nuevitas y tuvo que enfrentarse a una emboscada mambisa.
El oficial hispano no tuvo otra salida que retirarse y sobre todo constató que los patriotas de Santa María del Puerto del Príncipe estaban decididos a mantener la guerra y no serían presa de la labor de división y la tendencia reformista con que pretendieron sofocar la llama independentista.
La incorporación de los mambises camagüeyanos a la lucha, junto a la gran capacidad militar de Ignacio Agramonte y su radicalismo político, fueron fundamentales para la consolidación de la primera gesta libertaria con el fin de alcanzar la independencia.
Tomado de ACN