Al arribar al XV aniversario de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, Fidel Castro vuelve a La Plata, en la Sierra Maestra. Ese día se realiza un emotivo acto en conmemoración de la muerte de Niceto Pérez, el XV aniversario de la Primera Ley de Reforma Agraria y el XIII aniversario de la creación de la Asociación de Agricultores Pequeños.
Al cumplirse 65 años de la firma la Ley de Reforma Agraria, Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas comparten con sus lectores sus palabras al volver 15 años después aquel histórico lugar.
Queridos compañeros de la dirección del Partido, de la dirección de la ANAP y de la Avanzada Juvenil 17 de Mayo (APLAUSOS);
Representantes de las organizaciones de masas, de nuestra juventud, de nuestro campesinado, de nuestros vecinos de la Sierra Maestra:
Hoy tiene lugar aquí un acto en que se conmemoran tres importantes acontecimientos. En orden cronológico, primero la muerte del mártir de las luchas campesinas Niceto Pérez; después, el XV aniversario de la proclamación de la Ley de Reforma Agraria, y el XIII aniversario de la creación de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
Con motivo de estas conmemoraciones, y en esencial por cumplirse el XV aniversario de la Ley de Reforma Agraria, los compañeros dirigentes de la ANAP quisieron efectuar el acto precisamente en este mismo lugar donde se firmó aquella ley hace 15 años.
Claro que llegar hasta aquí no era demasiado fácil. En cierta forma se ha querido conservar este lugar tal cual era en aquellos tiempos, y por eso para llegar hasta aquí hay que llegar caminando. Y ya sabemos cómo son estos caminos y cómo llueve en estas montañas por estos tiempos. Y por eso, en general hemos llegado todos aquí enfangados hasta los ojos.
No puede, desde luego, en un lugar tan pequeño como este y tan abrupto, efectuarse una concentración grande. Por eso los compañeros de la ANAP quisieron hacer un acto eminentemente simbólico, con un reducido número de invitados y con la presencia de ustedes como representantes de los campesinos, de los obreros, de los estudiantes, de los jóvenes, de las mujeres y de las demás organizaciones de masas, incluida la organización de pioneros. Pero no hay duda, a nuestro juicio, que fue una buena idea.
Ciertamente que los compañeros que recogen este acto para la televisión han tenido que subir por esas montañas con esos equipos, y soportar las condiciones de humedad y de lluvia de este lugar; también los compañeros de la radio nacional, hasta incluidos los compañeros artistas, que llegaron hasta aquí haciendo un gran esfuerzo (APLAUSOS); pero los instrumentos de música se quedaron abajo. Afortunadamente, llegó una guitarra de la solidaridad; creo que es propiedad de uno de los compañeros checos.
Pero la idea —repito—, a nuestro juicio, fue una buena idea. No hay duda de que al llegar a estas montañas siempre el espíritu se fortifica, y no hay duda de que este lugar tiene un alto simbolismo en la historia del proceso revolucionario cubano.
¿Por qué se escogió que en La Plata se promulgara la Ley de Reforma Agraria?
Se ha dado en llamar a este lugar la Comandancia del Ejército Rebelde, o la sede de la Comandancia del Ejército Rebelde. En verdad que durante los primeros 18 meses de la guerra nuestro pequeño Ejército Rebelde no tenía realmente una sede, la dirección del Ejército Rebelde se movía con la columna guerrillera, la primera columna, de la cual se formaron posteriormente las demás columnas que salieron de la Sierra Maestra. Y aquella columna se movía incesantemente, a lo largo de la Sierra, desde las proximidades de Pilón hasta las proximidades de Bayamo. Y aquella fuerza tenía su campamento en los firmes de las montañas; y se movía día a día, de firme en firme, por esos lugares empinados, por esos bosques que ustedes pueden en parte presenciar desde aquí.
La sede de la Comandancia del Ejército Rebelde se estableció en este lugar cuando, después de la huelga de abril, la dictadura batistiana organizó la última ofensiva militar contra nuestras fuerzas, y movió hacia esta zona alrededor de 10 000 soldados.
Por aquella época las fuerzas que defendían esta región apenas alcanzaban los 200 hombres; les pedimos el apoyo a la columna que estaba en las inmediaciones de Santiago de Cuba, dirigida por el compañero Juan Almeida (APLAUSOS), y a la pequeña columna de Camilo Cienfuegos, que se movía por el llano (APLAUSOS). Y en total reunimos 300 hombres para resistir la ofensiva.
Pero ya en este lugar se encontraba instalada, a pocos cientos de metros de esta casa, la estación de Radio Rebelde, que había adquirido una gran importancia revolucionaria. En las inmediaciones de esta casa se encontraba también el hospital. En esta misma casa se encontraba nuestra fábrica de armas, es decir, nuestra fábrica de minas y de granadas. En esta misma pequeña explanada donde están ustedes en este momento teníamos lo que podíamos llamar nuestro campo de experimentación de explosivos: ahí probábamos la eficacia de las minas y de las granadas. En este mismo punto se encontraban los depósitos de nuestras escasas balas, la mayor parte de las cuales habían sido ocupadas al enemigo. En esta región se encontraban nuestras escasas reservas de abastecimientos. De modo que se nos planteó la necesidad de defender el territorio firmemente.
En épocas anteriores, cuando era una columna moviéndose y realizando operaciones por la Sierra, no había necesidad de defender ningún punto concreto. Pero ya con el desarrollo ulterior de la guerra, y por estas razones que les explicaba, se hizo necesario defender este punto concreto.
En realidad, las fuerzas eran muy escasas. Los que han atravesado con la Avanzada 17 de Mayo desde Ocujal hasta La Plata, pasando por Palma Mocha, Purialón y La Tasajera para llegar hasta aquí, comprenderán qué difícil resultaba defender con 300 hombres todos los caminos que entraban a la Sierra por el norte, desde las Minas de Bueycito hasta la región de La Habanita, situada a varios kilómetros al oeste de este punto, y defender además todo el territorio situado entre Ocujal y la zona del río Macío.
Y fue entonces en esa ocasión que se estableció en este mismo sitio la jefatura de las fuerzas que iban a defender este territorio, y este territorio se convirtió en un símbolo —digamos— de la Revolución.
No quiero decir que, aun cuando las tropas enemigas hubiesen llegado hasta este mismo sitio y hubiesen tomado Radio Rebelde, ocupado este puesto de mando y ocupado este territorio con sus instalaciones, la guerra se hubiera perdido; porque, lógicamente, se tenían estudiadas también las condiciones para proseguir la guerra aun en el caso de que fuese imposible resistir el empuje de la ofensiva enemiga, pero la lucha se habría prolongado bastante. Se convirtió en una cuestión de honor del Ejército Rebelde, pero más que nada en una cuestión de gran importancia militar, defender este territorio.
Hay que decir que las distintas vanguardias enemigas y las distintas fuerzas llegaron procedentes de muchas direcciones, convergiendo sobre este punto, y que en un momento dado estaban a muy pocos kilómetros, a muy pequeña distancia, por el norte y por el sur de este lugar; y que también ciertos momentos de esa ofensiva enemiga fueron sumamente difíciles. Pero los combatientes del Ejército Rebelde lucharon con excepcional valor, y los hombres trabajaron, se esforzaron y se sacrificaron con verdadero estoicismo (APLAUSOS).
En determinados momentos la aviación atacaba este lugar, proyectiles de mortero caían alrededor de este punto donde nos encontramos, y las fuerzas enemigas presionaban fuertemente.
Pero fue precisamente en las proximidades de La Plata, en el pueblo de Santo Domingo, donde se le propinó al enemigo el primer golpe anonadante durante aquella ofensiva, liquidándole una compañía completa de soldados, luchando contra dos batallones enemigos que en su conjunto sumaban 800 hombres; y los que participaron ese día en las operaciones no pasaban de 50 soldados rebeldes (APLAUSOS).
Con las armas ocupadas en aquella acción, se organizó una fuerza móvil que, actuando en el interior de este territorio, atacó sucesivamente a las fuerzas que avanzaban en distintas direcciones. Así tuvieron lugar los combates de Meriño, la batalla del Jigüe, que se libraba simultáneamente con otros combates en la periferia de esta zona. Y después, los combates de Las Vegas de Jibacoa, Santo Domingo, El Salto, Las Mercedes, Cuatro Caminos, etcétera.
El resultado fue que, al cabo de 70 días de combate, 70 días en que se luchó todos los días, la ofensiva enemiga fue liquidada. Se le ocasionaron al ejército de Batista más de 1 000 bajas y se le ocuparon 504 armas.
Nuestras fuerzas crecieron hasta aproximarse a los 900 hombres, y con aquellos 900 hombres se organizaron las diversas columnas, que después marcharon a diversos puntos de las provincias de Oriente y Camagüey, y las dos que con el Che y Camilo marcharon hasta la provincia de Las Villas.
Esa es la importancia histórica que tiene este lugar.
Podemos decir que por este sitio pasaron todos los jefes de los distintos frentes y las distintas columnas que se organizaron desde la Sierra Maestra. Por este sitio pasaron y en este sitio acamparon el Che, Camilo, Raúl, Almeida, Guillermo García, Ramiro Valdés, y todos los más destacados jefes del Ejército Rebelde (APLAUSOS PROLONGADOS).
Y después de la ofensiva, desde este mismo punto se organizó la contraofensiva revolucionaria, a mediados del mes de noviembre, cuando definitivamente abandonamos la Sierra Maestra, en la fase de la lucha que condujo a la liquidación de las tropas de Batista.
Fue por eso que se escogió este sitio cuando se promulgó la Ley de Reforma Agraria.
Y ciertamente, de todas las regiones del país, fueron los vecinos de estas montañas, en la zona occidental de la Sierra Maestra —desde las inmediaciones de Bayamo hasta las inmediaciones de Pilón—, donde la población campesina sufrió más en la guerra.
¿Cuánta historia hay en las inmediaciones de la Sierra Maestra?
En su magnífico discurso, el compañero Pepe Ramírez recordaba este aporte, refiriéndose a las palabras de Raúl acerca de la ayuda que brindó el campesinado al Ejército Rebelde; y hay que decir ciertamente que los campesinos de esta región pagaron a un precio muy alto de sacrificios, de sangre y de vidas, el apoyo que brindaron a nuestro Ejército.
Estos lugares fueron incesantemente bombardeados. Las columnas enemigas que al principio atravesaban en todas direcciones este territorio, sembraron la desolación y la muerte en todas partes: quemaron miles de casas, asesinaron a cientos de campesinos, cometieron toda clase de fechorías y de crímenes. Simplemente porque sabían que el campesinado de esta región era la base social de apoyo a las fuerzas revolucionarias.
En el día de ayer, cuando veníamos hacia este lugar y contemplábamos la nueva generación de niños de la Sierra Maestra, como en el día de hoy hemos tenido oportunidad de contemplar aquí a los representantes de los pioneros, pensábamos que ellos, afortunadamente, no habían conocido los bombardeos, no habían conocido las casas quemadas, no habían conocido el asesinato de sus padres y de sus hermanos; no habían conocido aquellos crímenes y aquellas injusticias; no habían conocido los sacrificios de la lucha que fue necesario llevar adelante para ponerle fin a todo aquel sistema.
Estos niños han nacido y han crecido después de la guerra. Ellos conocen otro mundo. Ellos conocen el mundo de las escuelas, de los hospitales, de la seguridad, del respeto, del porvenir que la Revolución les brinda.
Pero estos lugares fueron testigos, a lo largo de muchos años, de grandes esfuerzos y de grandes sacrificios humanos, porque casi durante 100 años nuestro pueblo derramó sudor y derramó sangre, por su independencia, y por su libertad, para establecer un modo de vida nacional, humano y justo.
Porque mucho antes de que nosotros llegáramos a estas montañas, ya habían recorrido estos lugares y habían luchado y habían sufrido nuestros mambises en la guerra del 68 y en la guerra del 95 (APLAUSOS). No debemos olvidar que en el corazón mismo de esta Sierra Maestra, hacia el este, se encuentra San Lorenzo, hasta donde llegaron las patrullas españolas para dar muerte al Padre de la Patria: Carlos Manuel de Céspedes (APLAUSOS).
En los libros y en las narraciones de la historia de Cuba, y en la historia de nuestras guerras de independencia, muchos de estos lugares de las inmediaciones de la Sierra Maestra aparecen mencionados como sitios en que se encontraban los campamentos de las fuerzas revolucionarias. No podemos olvidar lo que hicieron por este país nuestros mambises, porque ellos forjaron a la nación cubana, ellos forjaron el espíritu de la patria y el espíritu de la independencia (APLAUSOS).
Sin la lucha de nuestros mambises, en el siglo pasado no habría sido posible jamás la independencia de Cuba, no habría sido posible el desarrollo y la fuerza del sentimiento nacional y de una conciencia de patria; no habría sido por tanto posible hacer la Revolución, construir el socialismo hoy día y aspirar al comunismo mañana (APLAUSOS). Porque seríamos hoy como la Florida, habríamos sido absorbidos por los Estados Unidos y seríamos, en todo caso, un estado más de los Estados Unidos de Norteamérica. Y de eso precisamente nos salvaron aquellos combatientes que tanta sangre derramaron, y que tantos sacrificios hicieron por la patria cubana (APLAUSOS).
De modo que estos lugares montañosos están cargados de historia, debido esencialmente a que los cubanos tuvieron que luchar siempre en condiciones muy desventajosas, contra ejércitos modernos muy bien armados y muy bien equipados.
En el siglo pasado contra cientos de miles de soldados españoles que tenían sus cuarteles y sus abastecimientos de armas, de municiones, de ropa, de víveres, de todo. Y los mambises no tenían prácticamente nada. Y también en las condiciones modernas nuestras reducidísimas fuerzas tuvieron que enfrentarse a decenas de miles de soldados que tenían aviones, cañones, tanques, armas automáticas modernas; un ejército grande, con muchos cuadros, con muchos oficiales y con cientos de millones de pesos para hacer la guerra.
Por eso los patriotas cubanos se vieron en la necesidad de luchar siempre por su país en condiciones desventajosas, en condiciones difíciles, y tuvieron que desarrollar una concepción de la guerra, un arte de la guerra, un modo de hacer la guerra, en que la aspereza del terreno, en cierta forma compensaba las enormes ventajas en número y en material que tenían las fuerzas enemigas. Y de ahí que tanto en el siglo pasado como en este siglo fue necesario desarrollar hasta sus últimas consecuencias la guerra irregular. Y en esta guerra irregular los bosques y las montañas jugaron un papel muy importante.
Pero debemos señalar también que a lo largo de estos 100 años de historia, el campesinado cubano jugó un papel muy importante en las luchas por la independencia y por la Revolución, en la lucha por forjar y conservar una idea clara y una conciencia de la patria.
A mediados del siglo pasado y poco antes de la primera guerra de independencia, no existía en Cuba todavía una clase obrera.
En 1868, el 10 de octubre, cuando la campana de La Demajagua llamó a la lucha por la libertad, el trabajo se hacía esencialmente en forma esclava, habla cientos de miles de esclavos en nuestro país que eran quienes atendían las plantaciones cañeras, cafetaleras y, en general, la producción. Era la mano de obra esclava la que llevaba adelante la producción de bienes materiales y, sobre todo, en la zona occidental de Cuba. Solo en la provincia de Matanzas había alrededor de 100 000 esclavos; eran numerosos también en La Habana y en Pinar del Río, y existían igualmente en abundancia en Las Villas, eran menos numerosos en Camagüey y eran menos numerosos todavía en Oriente.
Había esclavos en toda la isla. Pero en Oriente, a diferencia del resto del país, existía ya una clase campesina, existían miles y miles de agricultores independientes que labraban la tierra con sus manos. Y fue precisamente en Oriente, y dentro de la provincia de Oriente aquellas regiones donde ya existía una clase campesina, donde comenzaron las guerras por la independencia.
Los hombres que integraron las tropas de Carlos Manuel de Céspedes al inicio de la guerra, y los que integraron las tropas de Gómez y de los distintos jefes mambises eran fundamentalmente pequeños agricultores independientes, a los cuales se sumaron también muchos de los esclavos liberados por los patriotas.
El campesinado jugó en aquella guerra un papel muy importante
El campesinado jugó en aquella guerra un papel muy importante. Y aquella guerra se desarrolló sobre todo en Oriente, en Camagüey y en Las Villas, donde existía una proporción mayor de campesinos y no adquirió gran desarrollo en aquellas zonas de grandes plantaciones sostenidas por mano esclava, donde no existía una población campesina.
Del mismo modo, en nuestra guerra revolucionaria el campesinado jugó un papel muy importante. Desde luego que ya existía en Cuba una clase obrera. Esa era la gran diferencia entre la situación existente en 1868 y la situación existente en 1956. Existía ya una clase obrera desarrollada y destinada a jugar un papel fundamental en el nuevo proceso político que se iniciaba en nuestra patria.
Pero la zona donde debían comenzar a desarrollarse las operaciones militares era esta zona, donde vivían esencialmente campesinos precaristas; eran hombres de campo, muchos de ellos antiguos obreros agrícolas, que habían tenido que venir a refugiarse a estas montañas para encontrar algún trabajo para poder vivir. Y con 1 000 dificultades hacían una colonia cafetalera: el primer año sembraban algún plátano, alguna malanga, alguna yuca y criaban algún puerquito, después de tumbar el monte, y hacían las plantaciones de café. Pero muchos tenían que hacer las plantaciones de café por cuenta de otros: recibían una cierta ayuda, recibían la cosecha dos o tres años y después tenían que entregar la plantación e iniciar otra vez el mismo proceso.
Otros llegaban a lugares que no estaban ocupados —como estos mismos lugares de La Plata, Palma Mocha, que eran lugares vírgenes—, venían aquí, hacían su tumba de monte y con mil dificultades se establecían. Pero ya cuando los campesinos se establecían en un lugar, empezaban a aparecer los supuestos dueños o los aspirantes a dueños de esas tierras; empezaban a buscar papeles, a hacer trucos, a hacer trampas y a presentarse en los juzgados reclamando la propiedad de esas tierras y exigiendo el desalojo de los campesinos.
En estas tierras, por ejemplo, de la cuenca de La Plata todos eran precaristas, en la cuenca de Palma Mocha todos eran precaristas, en la cuenca del Magdalena todos eran precaristas; pero ya había aparecido un aspirante a dueño: la Compañía Veahy, propietaria de centrales azucareros y de grandes extensiones de tierra en Niquero y de grandes fincas ganaderas. Empezaron a reclamar la propiedad de estas tierras, y por lo tanto, todos los campesinos que vivían en los valles de esos ríos mencionados se encontraban amenazados de desalojo por esa compañía que aspiraba a que en los tribunales se le reconociera el derecho a todas estas tierras y el derecho de expulsar a los campesinos para convertir estos lugares en tierras ganaderas.
También en algunas regiones había campesinos que tenían otra situación, que eran arrendatarios o eran aparceros, y en algunos casos campesinos que eran legalmente dueños de sus fincas.
Nosotros confiábamos en los campesinos, en las tradiciones de nuestro pueblo, en la historia de nuestra patria, en las leyes de la historia, y de las luchas de clase. Estábamos convencidos de que los campesinos se sumarían a la Revolución, sabíamos que esos campesinos no eran diferentes de los campesinos de 1868 y de 1895; que hacía falta iniciar de nuevo la lucha, que hacía falta reanudar los combates por la Revolución, que en esa lucha los campesinos estarían al lado de la Revolución y lucharían abnegada y heroicamente (APLAUSOS). Y así fue.
Nuestras fuerzas no tenían muchas relaciones previas con los campesinos; pero desde el primer instante, sin embargo, algunos campesinos se sumaron a nosotros. En los difíciles días que siguieron a la Alegría de Pío, cuando sobrevivió solo un puñado de combatientes, los campesinos comenzaron a servir como guías, a colaborar y a ayudar a reagrupar aquel puñado de hombres y a recuperar algunas armas. Desde el primer momento empezaron a prestarnos ayuda material, y ulteriormente a sumarse ya como soldados revolucionarios (APLAUSOS). Pero debemos decir que el apoyo del campesinado a la Revolución significó para la población campesina un precio muy alto.
Desde luego, estamos seguros de que en cualquier lugar del país los campesinos habrían estado dispuestos a pagar el mismo precio, y en todos los lugares del país reaccionaron exactamente igual (APLAUSOS). Cuando la guerra llegó al Segundo Frente, los campesinos del Segundo Frente Oriental reaccionaron exactamente igual que los campesinos de la Sierra Maestra; cuando las columnas rebeldes llegaron a las inmediaciones de Santiago de Cuba, los campesinos de las proximidades de Santiago de Cuba reaccionaron igual que los campesinos de las proximidades de Bayamo y Pilón (APLAUSOS); y cuando la guerra surge en Camagüey y surge en Las Villas y surge en Pinar del Río y en cualquier lugar del país, los campesinos reaccionaron exactamente igual a como habían reaccionado en la Sierra Maestra (APLAUSOS).
Pero si en el siglo pasado no existía la clase obrera en nuestro país, en el siglo presente sí existía ya la clase obrera. Y la Revolución actual no se habría podido realizar jamás con los campesinos solos; ¡la actual Revolución habría sido absolutamente imposible sin la clase obrera! (APLAUSOS) Si en las regiones donde por razones topográficas se iniciaba la guerra no había industrias, no había fábricas, no había concentraciones obreras, sino población campesina dispersa, era lógico que en esos instantes el rol fundamental lo jugaran los campesinos. Pero bien pronto los obreros agrícolas de las plantaciones cañeras y de los grandes latifundios de las inmediaciones de la Sierra Maestra empezaron a sumarse a las fuerzas rebeldes (APLAUSOS); aparecieron los cortadores de caña, los cosechadores de arroz y otros obreros agrícolas.
(Tomado de Cubadebate)