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Jornada sabatina en Pinar del Río con la fuerza de la unidad

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Jornada de sábado, penúltimo de julio de 2022. Pocas horas restan para el advenimiento de la mañana de la Santa Ana y la gente de Pinar del Río, la porción más occidental de Cuba, se apresta a la celebración. La costumbre de festejar el Día de la Rebeldía Nacional vuelve a adueñarse de quienes habitan este archipiélago tras el duro combate frente a la muerte. Son tiempos difíciles y la gente lo sabe.

A los ahogos cotidianos se suman las consecuencias que la COVID-19 impuso e impone al mundo. Basta dar un vistazo a los titulares de los principales rotativos del orbe o acercarse a los comunicados de las principales organizaciones internacionales. Verdad aplastante para todos en todas partes. No obstante, aquí andamos y entre paso y paso y paso, fluye la búsqueda constante por el ser, por el vivir, por el estar. Pero la memoria guarda los recuerdos de hechos vividos y que también impactaron en nuestro ser, en nuestro vivir, en nuestro estar.

El tres de junio registra uno de los sucesos más estremecedores en tiempos de post COVID-19. Ese día la naturaleza desencadenó su ira y arremetió contra la occidental provincia de Pinar del Río. Ese día, ríos y arroyuelos salieron como nunca antes de sus cauces cuando los registros lluviosos se acercaron o quizás rompieron récords.

La Agricultura sufría uno de los golpes más duros de los últimos años. Los cultivos varios, en plena campaña de primavera, reportaban las mayores pérdidas. Y pérdida es sinónimo de pérdida: tiempo, esfuerzo, entrega, simientes…la lista sería interminable. Las aguas arremetieron con todo como si quisieran volver a medir la entereza de tantos y también barrió el desaliento porque lo más importante es la vida, dijeron muchos.

Y con esas ansias volvieron a roturar tierras, a depositar la simiente en los canteros, a cuidar de los poco que las torrenciales precipitaciones dejaron en pie. Con esas ansias volvían a empeñar la palabra, volvían a perlar de sudor las frentes. Y fruto de ello, y no de la magia, este penúltimo sábado de julio de 2022 tuvo un matiz diferente en Pinar del Río.

Su ciudad recibía con el ruido mundano, el amanecer. Vehículos y carretas, cargados de alimentos agrícolas, se adueñaron de tres puntos de la urbe: pista del antiguo aeropuerto de Borrego, áreas exteriores del estadio capitán San Luis y reparto Raúl Sánchez.

La feria agropecuaria y comercial con que cada año el sistema de la Agricultura saluda el Día de la Rebeldía Nacional se hacía realidad a pesar del pesimismo de aquellos incrédulos.

Quizás los volúmenes de oferta no eran los deseados pero sí hubo oferta y a ella se sumaron el resto de los organismos y el sector privado en el afán de convertir la fecha en algo especial. Cierto que los precios de algunos alimentos todavía ahogan el bolsillo proletario.

Cierto que la indisciplina social en algunos sitios intentó empañar la imagen de un día diferente y popular pero no pudo arruinar la unidad de tantos: la del productor, la de los pescadores, la de la gente de los servicios, la de los combatientes del MININT, la del pueblo.

Nadie puede dudar que esta jornada sabatina en Pinar del Río tuvo la fuerza de la unidad.

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