Desde el 25 de noviembre de 2016, los revolucionarios cubanos vivimos sin la presencia física de Fidel, pero a la vez con su legado material e ideológico, suficientes como para no tener carencias a la hora de decidir rumbos al futuro. Foto: Archivo/CD.
Cuando la noticia silenció la noche de hace ocho años; cuando el duelo oficial fue por diez días pero continuó para siempre en el corazón de todos nosotros; y firmamos el concepto de Revolución y lo acompañamos hasta Santiago de Cuba abrazado por todo su pueblo: fue que comprendimos la posibilidad real del hecho… y nos golpeó a todos…-como le escribió el Che en su carta de despedida -.
Pero no ha habido enseñanza mayor en la Historia de Cuba, de nuestros próceres, que saber recuperarnos de cualquier pérdida o revés. Y la durabilidad del cuerpo del Gigante no estaba en correspondencia con la amplitud y el alcance de su pensamiento, con su trascendencia en el tiempo, que ya era un hecho desde mucho antes de 2016. Por eso quedaron para nosotros y para los revolucionarios comunistas del mundo sus discursos, sus intervenciones, sus imágenes, sus sonrisas, sus manos; sus ojos pícaros y su voz de susurro guerrillero, invitándonos a conspirar para acortar el tramo que nos separa de lo que para muchos es la utopía y, para otros, el sentido de nuestras vidas.
Han pasado ocho años desde entonces. La Revolución Cubana se mantiene en pie y nosotros peleando por ella; apelando con más necesidad que nunca a nuestros referentes ideológicos que permitan dar la batalla en el escenario difícil que se empeña el imperialismo en presentar para someternos, creando circunstancias que nos centran en lo urgente y aplazan pasos estratégicos en el plano ideológico; o sembrando la desunión y promoviendo la ineficiencia para tildar de incapaz a la Revolución de Fidel. Pero, como mismo él dijera el 3 de agosto de 1999: “somos revolucionarios, y actuamos por principios no por temores”. Y aquí seguimos ocho años después. Esta es una Revolución de principios…no de finales.
Desde el 25 de noviembre de 2016, los revolucionarios cubanos vivimos sin la presencia física de Fidel, pero a la vez con su legado material e ideológico, suficientes como para no tener carencias a la hora de decidir rumbos al futuro. De 2016 a acá, sigue siendo Fidel ocho veces más imprescindible para nosotros y, entre todo el arsenal que nos legó, hay ocho luces de su legado que habrán de seguir alumbrándonos:
1. Estar con el pueblo…
La cercanía de Fidel con el pueblo, la comunicación directa que estableció para estar al tanto de sus necesidades, de sus aspiraciones e inconformidades, de sus sueños; la cercanía que tuvo con campesinos, obreros, artistas, deportistas, maestros y hombres de ciencia, demostraron su capacidad de dialogar con los diferentes sectores porque siempre supo y pudo ser atleta, científico, maestro, periodista y escritor, campesino, obrero. Sentía una responsabilidad infinita con el futuro de las personas, con la felicidad de cada una de ellas y con la justicia que merecían aquellos que fueron los olvidados de siempre en la neocolonia, aquellos que figuraban en su concepto de pueblo. Por eso la voz de cada uno siempre será lo más importante para la Revolución, la voz de los humildes, de los honestos, de los que con sudor trabajan para su Patria y resisten los más difíciles contextos; ellos, que son los que, con total seguridad, saldrán a defenderla el día que sea necesario, por principios y sin temores.
2. Historia
Fidel siempre fue un amante de la Historia Universal, y un enamorado empedernido de las gestas de la Historia de su Patria. En ella tuvo sus primeros conocimientos de hazañas de grandes guerreros, de patriotas insignes. Recuerdo que en una conversación con Katiuska Blanco sobre la posibilidad irrepetible que tuvieron quienes lo conocieron, ella sosegaba mi impaciencia diciéndome: Fidel tampoco conoció a Martí y fue su mejor discípulo. Todos los que conocieron personalmente a Fidel, los que vivimos su tiempo, y los que nacieron después, tenemos la posibilidad de ser sus mejores discípulos: estudiando su obra, estudiando su vida, aprendiendo de las lecciones morales y de sus virtudes.
Por eso, aunque hace mucho tiempo es parte de nuestra Historia y su propia modestia limitó el tratamiento a su figura en el ámbito educacional, el estudio de la vida y la obra de Fidel es un tema pendiente de despliegue a la altura de la dimensión del hombre y las circunstancias. Elevar la calidad de las clases de Historia; no olvidar nunca a los que lucharon; enriquecer los textos con lo que nuestros archivos de la Revolución guardan, permitirá que se estudie mejor nuestra nacionalidad y la historia del pensamiento cubano, la Revolución, Martí, y Fidel como continuador. Incluir a Fidel con más rigor en el estudio de la Historia, es responsabilidad nuestra; lo otro es esperar que los enemigos – sea demócrata, republicano, y hasta los demás etcéteras- la manipulen y que se reduzca a caricatura el hombre excepcional que venció al imperialismo yanqui.
3. Martiano y marxista-leninista
Haydée Santamaría decía que nadie como Fidel había podido integrar el pensamiento martiano con el marxismo-leninismo; decía que lo que para algunos podía ser algo complejo o una contradicción, para Fidel había sido algo natural, y obviamente por las esencias humanistas, liberadoras, antimperialistas y justas de ambas cosmovisiones; por la posibilidad de llevar a cabo una lucha, con una organización, lograr la unidad, y luego echar la suerte con los pobres de la tierra en una Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.
Por eso, el día que no encaje el pensamiento de Fidel en algo que estemos haciendo, no será porque cambió el “momento histórico”, sino porque nos alejamos de él y no aprendimos de su análisis de las circunstancias y su comprensión de las esencias del pueblo. Esta es una revolución martiana, marxista y leninista, y como tal debe encauzarse. Es y ha sido nuestro Partido Comunista, como lo fue el Partido Revolucionario Cubano de Martí, el que ha mantenido la unidad de nuestro pueblo en la lucha: porque ambos fueron creados para enfrentar al enemigo de dentro y de afuera. No “pasa de moda” Fidel en ningún ámbito; no están fuera de contexto la radicalidad y la rebeldía de su discurso y su actuar, al contrario: son más necesarias que nunca. No es que –como intenta hacer ver la contrarrevolución-Fidel no ya no tenga respuestas para hoy: lo que pasa es que no hemos estudiado lo suficiente la coherencia de su pensamiento martiano-marxista-leninista en el devenir de la Revolución. No podemos dejar abierta esa brecha.
4. Antimperialismo
Y es coherente entonces que en el pensamiento de Fidel el antimperialismo sea una faceta vital, determinante, que define nuestra soberanía como nación. Justamente por ser conocedor de la historia y mejor discípulo de Martí, Fidel conocía –y lo comprobó en la lucha en la Sierra y luego de 1959- las intenciones colonizadoras económicamente y de sometimiento moral y político profundo de Estados Unidos con Cuba.
Por eso en esta etapa de recolonización cultural, en la cual el enemigo intenta absorber nuestra gracia y borrar la historia para construir un futuro de olvidos, es de patria o muerte estar conscientes que el enemigo sigue siendo el imperialismo, al que ni Fidel ni el Che le cedieron ni tantico así. A los deslumbrados, o ya recolonizados, va lo que escribiría José María Vargas Vila: en la América Latina la admiración al yanqui es la muestra más fehaciente la degradación. No es posible admirar ni querer ser como quien te desprecia y te mantiene bloqueada la estabilidad económica y social en franco genocidio. Ser antimperialista en Cuba es una condición imprescindible para ser independiente, soberano y amar a la patria –patria que no es solo el amor ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas-.
5. Altruismo y lealtad
Los valores de un hombre excepcional como Fidel, que consideraba que debían defenderse al precio de cualquier sacrificio, están enumerados en un grupo fundamental en su concepto de Revolución: modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo, no mentir jamás ni violar principios éticos. El reto de cumplir con las palabras de Fidel, nada fácil, es la construcción clara de ese hombre nuevo al que no se renuncia aunque parezca más largo el camino ahora; es el combate cotidiano porque nuestros hechos se correspondan con nuestras palabras, y porque la entrega colectiva al trabajo creador sea lo que nuevamente movilice para que jóvenes y no tan jóvenes construyan el futuro dentro de la Revolución y la sientan parte suya las próximas generaciones de cubanos. No vamos a teorizar: vamos a hacer. Inspirados siempre en su legado en este momento que vivimos, el altruismo y la lealtad son decisivos para que el ejemplo siga convocando al aguerrido pueblo de Fidel.
6. Amor
Este sigue siendo un país que ama y que funda, como lo quería Martí y como lo soñó la Generación del Centenario que encabezó Fidel. Por ese amor fueron a pelear al Moncada, sufrieron prisión en la entonces Isla de Pinos, fueron al exilio vinieron en el Granma y pelearon en las Sierra Maestra. Está Fidel en el amor a los guajiros que ayudaron a la supervivencia de la guerrilla, el amor a los niños sin zapatos de las montañas que tenían terror a los aviones porque los bombardeaban; el amor a todas las valientes que lucharon en el llano desde sus casas, llevando y trayendo armas, bonos, abastecimiento; por la entereza de las madres de los jóvenes que asesinaba la tiranía de Fulgencio Batista; en el amor a todo lo que se lograría luego del triunfo para reivindicar a ese pueblo olvidado. El amor de Fidel está en todo el país, en todas partes que visitó, en cada centro que soñó y se construyó… y en las montañas, en la imperturbable Comandancia de La Plata, sitio amado por él, donde parece que caminan lo rebeldes aún en las noches, y a donde deben ir nuestros jóvenes para encontrar sus pasos.
7. Unidad
Cuidar la unidad como la niña de nuestros ojos es el consejo del General de Ejército Raúl Castro Ruz. Raúl sabe, como protagonista también de nuestra Historia, que sin ella es imposible resistir las agresiones del enemigo, y vencerlas. Sabe que fue una de las batallas constantes de Fidel. La unidad ha sido el factor determinante en momentos de nuestra historia y de ella ha dependido el triunfo o el revés. Es por eso que la contrarrevolución arremete contra ella ora sin cordura, ora con sutilezas. Cuidarla hoy significa de alguna manera tener en cuenta todas las luces de Fidel para que no se oscurezca el camino, y seguir luchando por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo.
8. Resistir, luchar y vencer
Pocas líneas ya para este cierre de combate, hoy 25 de noviembre. Las luces de Fidel se nos multiplican y será preciso ir una y otra vez a ellas para tener claridad. Cuando en los años 80 el peligro de una agresión también parecía cercano y la Guerra de Todo el Pueblo reverdecía en acciones para proteger a la Patria, cuando en los años 90 el campo socialista y la URSS dejaron de estar, Fidel expresó: lo que tenemos que hacer es resistir, luchar y vencer. Y esos son tres factores que no se pueden separar en nuestra batalla cotidiana. Hay que perfeccionar lo que se deba ser perfeccionado, como diría Fidel en su último discurso en abril de 2016, en el Congreso del Partido. Cuba tiene todo lo necesario para avanzar y solo con lealtad meridiana y la fuerza unida podrá hacerlo.
Por eso sigue siendo de todos los revolucionarios cubanos, ocho años después, la disyuntiva que se volvió certeza:
Patria o Muerte, Fidel.
Venceremos… en cualquier circunstancia.
(Tomado de Cubadebate)