Mientras Dimas Álvarez Camacho prepara el horno en las afueras de su casa, sabe que tendrá asegurada por buen tiempo la cocción de los alimentos de su familia, a partir de lo que dejó el huracán Ian.
El carbón es la alternativa que encontró ante el déficit de energía eléctrica en Pinar del Río, y para ello recurre a la madera de los árboles que el meteoro derribó.
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Aprovecho ahora los troncos de guásima, guayaba, almendra, ateje y piñón; pero todavía nos queda bastante madera por utilizar, explica quien acompañado por su yerno última los detalles para encender esa materia prima.
La pongo dos días y medio a quemar y como es un horno pequeño, logro más o menos ocho sacos de carbón, asegura.
A sus 81 años, Dimas, residente en el entronque de El Rosario, en el consejo popular Puerto Esperanza, asevera que nunca había visto un ciclón igual, porque «cuando pasaba tenía una furia como quien dice: me llevo lo que sea”.
Desde las 03:30 de la mañana hasta las 12 del día (27 de septiembre) estuvo apretando aquí -en la comunidad enclavada en el municipio de Viñales, por donde el huracán salió al mar- y gracias a Dios no me desprendió ni una teja de la casa, pero sí me acabó con los cultivos, dice.
Por un momento pensé que me llevaba la casa, por la rabia con que soplaban los vientos, pero lo importante es que estamos vivos, asegura con optimismo.
Ahora, con el carbón, garantizo que no se deje de hacer la comida, porque la mía es la vivienda principal y a la que siempre vienen los hijos y nietos, precisa.
Aunque quizás no sepa su significado, resiliencia es la palabra que Dimas asume a diario, pues ha sido capaz de sobreponerse a un cáncer de próstata que no ha mellado sus sueños de ver crecer y emprender un futuro de bien a sus 10 nietos.