Sin dudas, los últimos 12 meses han estado llenos de desafíos, de complejidades para la familia cubana que ha visto su economía sujeta a una inflación desmedida, a una precaria oferta de bienes y servicios y a limitaciones serias en cuanto a disponibilidad de alimentos, combustibles y hasta medicinas.
En 2022 auguramos para todos un año nuevo que fuera mejor y no lo fue, al menos no en esos sentidos. No bajaron los precios, no dejó de irse gente a la que queríamos mucho. Subió el cerdo, los frijoles, el arroz, los hospitales carecieron de insumos, la agricultura no rindió todo lo necesario, hubo su apagón y los ciclos de abasto de agua no se redujeron.
Si seguimos por esta cuerda, bien podríamos llenar un rosario de dificultades y precariedades, pero no es la idea, sino ver en colectivo cuáles son los desafíos para 2024; para que realmente la economía cubana tenga un despegue importante, para que se concreten de una vez las inversiones extranjeras, para que se importe menos y se exporte más, para que el peso cubano recupere parte de su valor y no se tenga que pagar con una moneda que se cotiza en el mercado informal a más de 240 pesos en moneda nacional.
Se decía en el recién concluido segundo periodo ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular que este que se avecina será un año de retos, un año difícil en el que hay que limpiar el camino de la economía, corregir distorsiones, trazar políticas macroeconómicas que a la larga tengan su impacto en la economía doméstica, en el bolsillo de todos, hoy profundamente maltrechos.
Entonces a lo que se haga, hay que ponerle ganas, empeño, corazón. Que no prime nunca la indiferencia, la dejadez, el abandono.
Para que 2024 sea verdaderamente mejor necesitamos de decisiones certeras y oportunas, pero también de apoyo, de compromiso, de no hacer por hacer, y si hacer porque hace falta, porque alguien lo necesita, porque resuelve un problema.
Nos apremia un año de esperanzas, que ponga al hombre en el centro mismo de la sociedad, que nos coloque en igualdad de oportunidades, porque este pueblo lo merece y se lo ha ganado a golpe de resistencia, de valentía.
Venga entonces un enero de amaneceres; un camino, aunque con piedras para sortear, que conduzca a la satisfacción, al desarrollo, a la felicidad.