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El ruido o el riesgo a quedarnos sordos

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El Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido se instituyó en el mundo en el año 1996, a instancias del Centro para la Audición y Comunicación (CHC), con el objetivo de alertar y crear conciencia en la población sobre los riesgos que tiene el ruido para el trastorno auditivo y su impacto en la salud.

Estudios y expertos advierten que más de la mitad de la población mundial está sometida a niveles sonoros muy por encima de este límite.

El nivel de ruido se mide en decibeles y el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “tolerable” no debe superar los 65 durante el día y los 55 durante la noche. Si se sobrepasa ese límite, se convierte en perjudicial para la salud.

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Hay ruidos indeseados que se generan en fuentes fijas o móviles, pudiéndose propagar en todas direcciones. Puede afectar el placer de leer un libro, la atención, la resolución de problemas y la memoria y los especialistas aseguran que con niveles por encima de 80 decibeles, puede aumentar el comportamiento agresivo.

Veamos un ejemplo de los niveles típicos que se miden en diferentes ambientes sonoros.

Científicamente está demostrado que el ruido le hace daño a todos los sistemas del organismo humano. Las ondas sonoras presionan y causan efectos negativos tanto al interior como al exterior del cuerpo y de igual forma, afectan a animales y plantas.

Son conocidos sus efectos perjudiciales para la salud, desde trastornos puramente fisiológicos, como la pérdida progresiva de audición, hasta los psicológicos, al desencadenar irritación y cansancio que provocan disfunciones en la vida cotidiana, tanto en el rendimiento laboral como en la relación con los demás.

Los expertos de la OMS alertan sobre la relación directa que existe entre el exceso de ruido y el aumento de enfermedades, y destacan que, después de la contaminación atmosférica, la acústica es la segunda causa de origen ambiental que provoca más alteraciones en la salud.

Las ciudades son activas emisoras de contaminación ambiental y muchas veces cuando se denuncia un ruido, está vinculado a una indisciplina social.

Decretos, contravenciones, multas, mensajes en los medios de comunicación social, no ponen fin a este asunto, que parece cada día apropiarse de nuevas técnicas para hacernos la vida menos tranquila y si, más escandalosa.

Sin embargo, la primera alerta ante el ruido debe venir de nosotros mismos, de la familia, el hogar, el necesario respeto a los demás y la responsabilidad individual.

El problema es que parece que la sociedad en general se ha acostumbrado a soportarlo y lo que es más grave, también a generarlo. Urge reflexionar en el rol que deben desempeñar todos los miembros de una comunidad o a la larga, seguirá creciendo el riesgo a quedarnos sordos.

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