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La Despedida

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La Despedida
Foto:Rosmery Pineda Mirabal y Raciel Guanche Ledesma

Desde Pinar del Río, un grupo de 32 jóvenes de diferentes universidades del país se despidió con un «hasta luego» del poblado pesquero La Coloma, donde ayudaron durante una semana en las tareas de recuperación tras el paso del huracán Ian

He conseguido una deuda, y puede que a algunos les suene extraño, pero esta me motiva, me dispara de golpe hacia la realidad. En el trasfondo están ellos y las circunstancias porque no puedo alejarme del contexto, de la vida común, de mi país. Simplemente no quiero, sino no tendría sentido despedirse.

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La noche anterior dormimos bajo las luces de una Coloma diferente y quienes acudimos al descanso en las horas de la madrugada fue por hablar un poco más y contar qué buscamos. A fin de cuentas, tenemos sueños y no soñamos en el individualismo.

Esta Guerrilla se hizo fuerte cuando entendió que cada cual tiene una forma especial para entregar el alma, pero que es necesario entregarla. Así, al desnudo y sin miedo. Lo entendimos cuando desmontamos las tiendas de campaña, cuando apreté la ropa sucia en la mochila, cuando los vecinos cruzaron el muro y la bandera la cargó uno de los nuestros.

Para qué mentir, no vi a la tropa diezmada en ningún momento y lejos de «triunfalismos», aquella mañana nos unió en la grandeza, en una que disimulamos muy bien con sonrisas hasta que las mismas sonrisas sirvieron para demostrar la alegría.

A las afueras de lo que había sido nuestro campamento llegaron los niños del pueblo, los amigos más recientes, la señora del café, el hombre de mar, la mamá de Sheylan y otros que probablemente no conozca. Fueron a vernos de cerquita para después hablar con orgullo de una juventud que no está perdida. Sin el afán de generalizar, aseguro que no somos el caos porque obrar con los pies en la tierra es de valientes.

Muchos no sospechábamos si quiera que La Coloma cambiaría y comenzara a salir del paso inerte, de aquel trauma inicial, y que podíamos reencontrarnos con el espíritu más humano de un pueblo acechado siempre por el sonido del mar. Las aventuras llevan implícitas esa elipsis fortuita que tiende a sorprender. La guerrilla nuestra lo descubrió con el paso de los días, con el cariño ganado poco a poco, con el trabajo duro.

Aquí nos recibieron, por lo general, con caras de incrédulos, como quien se pregunta qué pueden hacer estos «chiquillos» para levantar tanto desplome, tanto absurdo reducido a escombros y fango negro. El domingo cuando llegamos, sinceramente, no teníamos la respuesta exacta.

Y es que tampoco nos podíamos conformar con venir a La Coloma para cumplir un único cometido. Hubo que trabajar fuerte y demostrar que no fuimos a posar para fotos, no hasta el último día, sino «a pinchar», a estar con ellos, porque el dolor de un hermano solo lo aminora la consecuencia de otro hermano de suelo, de un compatriota.

Mientras escribo, recuerdo a Jonathan nuevamente, un guerrillero probado que solo minutos después de acomodar nuestro campamento me dijo: «no me puedo quedar sentado viendo este panorama», y salió. Fue el primero en recorrer La Coloma sin apenas conocer dónde estaba. Quizás fue también el tipo que con ejemplo, y sin saberlo, inspiró a la tropa.

Allí había que dejarlo todo, absolutamente todo. Más cuando era sabido que dos de los nuestros perdieron el techo de sus casas, sin embargo, fueron a ayudar a otros a recuperar en lo posible la esperanza hecha trizas. Quien tenga agallas que niegue entonces la sensibilidad, o mejor, la voluntad de esos muchachos porque yo no me atrevo.

Cuando existen «batallones» nobles haciendo con el corazón, da igual si osa levantarse la mala fe. Lo que cuenta es la huella que se deja atrás y el camino allanado en lo posible para que la felicidad se recupere.

Foto: Rosmery Pineda Mirabal y Raciel Guanche Ledesma, estudiantes de Periodismo

No se me borra de la cabeza la penúltima noche en el campamento. Con un poco de luz en los balcones parecía que todo se recuperaba, y la Guerrilla allí, siendo testigo alegre cuando aún sabemos que varios de los nuestros salieron de sus hogares sin corriente, apenas con el espíritu de descifrar los puntos débiles del desastre para noquearlo, y regresaron a la casa bajo las mismas circunstancias.

Cuba entraña eso. Da igual si estás «jodido», siempre será preferible levantarnos juntos que achantarnos a esperar milagros. En La Coloma por cada casa donde se llenó una planilla, hubo abrazos. Por cada pintura y pala dada hasta el cansancio, estuvo el respeto. Por cada momento rodeado de los niños que, por cierto, no fueron pocos, reinaba la alegría infinita.

Y saben, me encontré también gente soñadora, sin un ápice de egoísmo cuando en los alrededores pulula el éxtasis individual. Gente que te brindaba lo poco que tenía aun sabiendo que los vientos de Ian le dejó apenas la vida a salvo para reponerse. Nos hicimos hermanos a puro batallar, porque más que una guerrilla, ya lo somos, entendimos el valor de la unidad como fuerza endemoniada que levanta e inspira.

Nos despidieron el sábado aquellos niños como sus héroes mayores cuando en realidad fuimos «unos simples atrevidos a merced del desastre», de la noche y la hermandad. ¡Coño! Nos pedían que no nos fuéramos, rodearon la guagua con algarabía, lloraron.

Hemos compilado una deuda, que digo una, sino muchas deudas con el paso de la Guerrilla por La Coloma. Nos queda regresar para vivir un “Comienzo”, aunque estemos “Sin nada, solo café”. Porque valió la pena la experiencia y cada “Inventario a simple vista” a este pueblo de “Hombres de mar” y, sin embargo, todavía sabe muy amarga y duele “La despedida”.

Sin más, los integrantes de la Guerrilla Hermanos Saiz Montes de Oca: Luis Miguel, Jonathan, Carla, Juan Pablo, Ernesto, Melissa, Alejandro, Diana, Fabio, Agustín, Daniel, Kenier, Sheylan, Marla, Hansel, Pedro Luis, Pedro José, Yamila, Ana Paula, Ana Walkis, Jenifer, Jorge, Dionel, Jampi, Denia, Julio Emilio, Rainer, Freilim, Nathaly, Karla y estos dos redactores que intentaron llevar, en lo posible, el día a día de un pueblo bajo el desastre. GRACIAS GUERRILLA. GRACIAS CUBA…

Tomado de Revista Alma Mater

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