A sus 10 años de edad, Diosbel Valdés Crespo está decidido a ser ajedrecista cuando sea adulto, un deporte que aprendió de la mano de su entrañable profesor Ronald cuando apenas cursaba el primer grado.
Sentado en su aula de quinto- sexto grado de la Escuela Especial José Martí, hace un alto en el receso entre clases y asegura a la Agencia Cubana de Noticias que, sin dudas, él será de la talla de José Raúl Capablanca.
Porque en ese centro ha encontrado la motivación necesaria para no creer en limitaciones, aunque algunos piensen que el hecho de ser ciego constituya un freno para el pequeño, residente en el Consejo Popular Antonio Briones Montoto, en el municipio de Pinar del Río.
No existen imposibles si priman el empeño y el amor, eso lo ha demostrado la Revolución en 64 años; y Diosbel se encuentra en la institución rodeado de afecto y un mundo de conocimientos aún por explorar.
Por eso no duda en advertir que se sabe completo el concepto de Revolución pronunciado por Fidel, que escucha el programa radial Nuestro José Martí y prefiere las asignaturas Lengua Española y Ciencias Naturales.
Con una matrícula actual de 29 alumnos, la «José Martí» atiende a niños desde preescolar hasta sexto grado, y por sus aulas han transitado más de 650.
Yureimys Márquez Alfonso, su directora, refiere que en sus inicios la escuela acogía solo a ciegos y débiles visuales, y hace 12 años sumaron a menores con discapacidad auditiva y trastornos de la comunicación.
La institución dispone de una cobertura docente completa (31 profesores y especialistas), mientras se dedica, asimismo, a la atención a dos aulas hospitalarias en el occidental territorio y el acompañamiento a los educandos, una vez que egresan y pasan a la enseñanza general.
En la provincia estos centros se caracterizan por la estabilidad en los índices de retención, asistencia y promoción; en tanto abarcan todas las especialidades, desde la enseñanza a menores con trastorno del espectro autista, discapacidades intelectuales, visuales, auditivas, hasta trastornos de la conducta.
Se trata de una de las conquistas en la mayor de las Antillas, con una sensible y humana razón de ser; por eso para Anneris Pereira González, joven profesora de la «José Martí», trabajar con el sistema Braille y el lenguaje de señas más que un reto constituye una posibilidad de prepararlos para la vida cotidiana y su independencia.
De ahí que igualmente imparten cursos de orientación familiar y brindan preparaciones metodológicas a profesores de la enseñanza general, de cara a que el pequeño se inserte en ese contexto regular, precisa la directora Yureimys Márquez Alfonso.
Ella, desde su experiencia en el aula y nueve años al frente del plantel, considera que el aprendizaje no es solo un asunto pedagógico, pues requiere un componente afectivo imprescindible, en pos del desarrollo de los menores.
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