A diferencia de lo que ocurre en los sistemas electorales de otros países, incluidos los que se vanaglorian de su democracia representativa, en Cuba las comisiones electorales y las mesas de los colegios las integran los propios vecinos, mientras que las urnas las custodian pioneros, y no militares.
«Nacidos» del barrio, por la voluntad expresa de quienes lo habitan, y como resultado de un proceso cívico de probada transparencia, los delegados del Poder Popular constituyen la más genuina expresión de la democracia participativa cubana.
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En esos hombres y mujeres del pueblo –que sobre sus hombros cargan la enorme responsabilidad de representar a una comunidad, defender sus intereses y gestionar las posibles soluciones de sus problemáticas sin que ello les merezca otro beneficio que no sea el del reconocimiento social– va el decoro de un país que se construye desde la base.
No hay prebendas ni intereses políticos, tampoco campañas enlodadas que medien en ese proceso. Eso se sabe, como se sabe que el derecho legítimo de nominar, elegir o ser elegido es el primer paso que refrenda la potestad del pueblo en una nación, cuya premisa de vida se sustenta en el ideal martiano y fidelista de una sociedad con todos y para el bien de todos.
Por ello se afirma que, en esta democracia nuestra, un ejercicio efectivo de ese poder del pueblo sigue siendo, también, el que le confiere a los delegados la posibilidad de incidir, mediante sus desempeños como integrantes de las asambleas municipales del Poder Popular, en las decisiones estatales que atañen a sus barrios y al desarrollo de sus territorios locales, que es lo mismo que apostar por el perfeccionamiento de la Isla.
A diferencia de lo que ocurre en los sistemas electorales de otros países, incluidos los que se vanaglorian de su democracia representativa, en Cuba las comisiones electorales y las mesas de los colegios las integran los propios vecinos, mientras que las urnas las custodian pioneros, y no militares.
Es el poder del pueblo el que dispone y actúa. Un pueblo que, por demás, tiene la facultad de revocar a sus delegados cuando determinada situación lo amerite.
Así, con el orgullo de reconocernos en un proceso emancipador que dignifica los derechos y las oportunidades de todos, el próximo 27 de noviembre la Mayor de la Antillas asistirá a un suceso genuinamente popular: las elecciones de los delegados que integrarán las asambleas municipales del Poder Popular.
Será ese otro gran momento para reafirmar que las garantías públicas y políticas en Cuba le otorgan al pueblo la mayor autoridad.
Tomado de Granma