Murió Ronaldo Veitía y el judo está de luto. Los tatamis no sonarán igual con las proyecciones. Las técnicas por ahora se detienen, y la admiración por un hombre leyenda crece. Veitía ya no está entre los vivos, pero sí permanece intacto su legado.
Dejó de existir un hombre historia. Ha pasado a la inmortalidad uno de los entrenadores más grandes del judo mundial.
Su voz pausada, su mirada firme y su poesía quedaron en pausa, mas no su legado.
Ronaldo Veitía Valdivie, trascendió hace mucho tiempo hasta el infinito, como lo hacen los grandes.
Ahí permanecen los títulos de Legna, Driulis, Idalis. Las indicaciones desde su puesto de mando, ahí se ve bandera en mano.
El gordo seguirá elegante, con el judomi puesto. Nada ni nadie podrán desdibujar su historia.
Por ahora, y solo por este momento, no contaremos con su pedagogía de carne y hueso. Esa que supo ganar a golpe de tesón, entrega sin límites y sabiduría de padre avezado, de maestro tierno, de cubano intransigente y lealtad admirable.
Como los buenos hijos, luchó y murió dando pelea. La muerte le jugó una mala pasada, no la tuvo fácil, tuvo que esperar al Golden score, a esa regla de oro, donde solo puede vencer uno de los dos contricantes, pero el profesor Veitía, que ya la había derrotado tantas veces, cedió con este Ippon al infinito.
Ya está entre los inmortales. Queda su impronta, sus libros, consejos, anécdotas de un sensei genuino y leal. Veitía partió al infinito con la frente erguida, como esas afamadas judocas que por años formó.
Descansa en paz maestro, o mejor, no lo hagas, sigue dando órdenes, consejos, indicaciones, continúa proyectando desde la esquina, y solo por este momento, abraza a Estela Rodríguez, dile que la extrañamos igual que a ti, y desde ahí, sigan ofreciendo luz al judo, campeón.
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