Desde 2001 dejé entrar a Buena Fe en mi vida, como pedían en su primer disco y eso marcó pautas, para siempre, en mis preferencias musicales.
Aquellos muchachos que comenzaron en Guantánamo, en 1999, una carrera sin muchos horizontes, por aquello de ser de provincia, llegaron a La Habana y tenían claro su camino. Bien lo sortearon y en el andar, lograron posicionarse del lado izquierdo de muchos, que como yo, acaparamos conciertos, videos, discos, pullovers y todo cuando tenga su sello.
Querer y seguir a Buena Fe no es un capricho. Tampoco lo es adorar a Silvio. Con ellos he reflexionado, me he trasladado a escenarios de desamores, dudas, certezas y compromiso social.
Lo que ha sucedido en España, a partir del hostigamiento al que está siendo sometido el dúo cubano, son actos cobardes, de gente que no respeta la decisión de quienes deciden vivir y hacer su obra en Cuba. Sin embargo, se nombran paladines de la libertad de expresión.
Los amigos, sus seguidores, los que conocen la transparencia con la que componen y entregan su arte, han salido en su defensa y eso también es legítimo.
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Tenemos derecho a defender a la música cubana y a nuestros artistas, que es en definitiva, defender la cultura de una nación, que tampoco merece ser bloqueada culturalmente.
Como dijera José Martí: «Los odiadores deberían ser declarados traidores a la República. El odio no construye».
En estos tiempos, tan llenos de doble fe, ellos siguen siendo la «Morada» de muchos que le cantan a Cuba, a través de sus letras inteligentes y un corazón apasionado que vibra en su defensa.
Desde que los dejé entrar con sus canciones hace ya 22 años, los sigo y los defiendo, frente a la idiotez malvada.
“Su amor es mi morada. La certeza que represa la nobleza, frente a la idiotez malvada”