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Ian: cuando nadie durmió en La Coloma

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Ian: cuando nadie durmió en La Coloma
Foto: Evelyn Corbillón Díaz

La Coloma, Pinar del Río, 29 sep (ACN) Deisy Ayala Sánchez todavía trata de sacar el fango que quedó en su casa y de salvar las pertenencias mojadas por el agua de mar, tras una noche de insomnio en el consejo popular La Coloma, de Pinar del Río.

Porque el huracán Ian, de categoría tres en la escala Saffir-Simpson (de un máximo de cinco), no creyó allí en zonas altas y provocó inundaciones nunca antes vistas por sus pobladores, que llegaron a ser considerables en esa comunidad pesquera.

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Yo no veía las horas de que amaneciera, aquí nadie pudo dormir, y una vez pasó el ojo del huracán, la inundación fue aún más fuerte; el agua me llegó al pecho, aseveró a la Agencia Cubana de Noticias luego de una pausa en sus labores de limpieza y recogida de escombros.

Vecina de la calle Real número 30, Deisy sufrió afectaciones considerables en su vivienda por la fuerza de los vientos de Ian, en tanto perdió la cubierta del portal y los dos cuartos.

El nivel del mar subió muy rápido y todo se empapó en mi casa: ventiladores, televisores, refrigeradores, la ropa, apuntó la lugareña de 54 años de edad, quien no había sido testigo de algo igual en su vida, “ni cuando los ciclones Alberto, Isidore o Lily, y por eso creímos que no necesitamos evacuarnos”.

Mi esposo trató de aguantar las fibras del techo para que no se fueran, sin embargo, fue imposible sostenerlas, además del riesgo para él, dijo.

Desde que se retiró el mar y las condiciones del tiempo mejoraron, mi familia y yo emprendimos las acciones de limpieza; pero ha sido muy difícil lidiar con tantos daños, es muy triste verlo todo así, sin saber si se pueda recuperar algo, acotó.

Para Manuel Díaz Roque, trabajador del seminternado José Luis Tasende, también fue una experiencia única e inolvidable.

Fue horrible cuando comenzó a caerse el techo de mi casa. Tuve que meterme debajo de la cama para que no me golpeara y permanecí allí hasta que comenzó a entrar el agua y subir el nivel, recordó.

Hubo un momento en que la única alternativa que encontré fue zambullirme mientras el techo se derrumbaba. Estos vientos fueron muy fuertes y es la primera vez que siento tanto miedo; me faltó poco para rezar y eso que soy ateo, dijo.

Su esposa, Mariuska Rodríguez Martínez, se mantuvo casi todo el tiempo en el seminternado porque ella es la directora y allí había unos 60 evacuados, residentes en el kilómetro 20 de la carretera a La Coloma, zonas de riesgo y cerca de la costa.

Al llegar a mi casa en la mañana me encontré este panorama, la verdad que es muy difícil todo; pero confío en que nos vamos a recuperar, claro que sí, aseveró.

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