Una semana permaneció Julio Emilio Morejón en La Coloma en el levantamiento de los daños a las viviendas y el llenado de planillas, tras el paso devastador del huracán Ian por Pinar del Río, una muestra de que con los jóvenes se puede contar para lo que sea.
Sus manos también contribuyeron al saneamiento y reparación de centros de la economía local en esa comunidad; la distribución de camas, colchones y materiales de la construcción.
Y su alma consoló a quienes lo perdieron todo y poco a poco se sobreponían a un dolor que tiene a la Revolución como principal aliciente.
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Estudiante de tercer año de la carrera de Educación en Lenguas Extranjeras integró junto a otra treintena de jóvenes la guerrilla universitaria Hermanos Saíz Montes de Oca, que viajó a ese punto de la geografía vueltabajera con casas de campaña a inicios del mes de octubre.
Llegamos cual agentes externos y no pasó mucho tiempo para que nos vieran como unos habitantes más, aseguró en esa oportunidad a la Agencia Cubana de Noticias.
Las tareas de recuperación en la casa de altos estudios pinareña habían progresado bastante, por lo cual creí imprescindible sumarme a este otro frente y no quedarme de brazos cruzados mientras pudiera aportar, apuntó quien sufrió afectaciones en su vivienda y no lo pensó dos veces para estar donde era necesario.
Porque miles de jóvenes de Pinar del Río y toda Cuba permanecieron este año al lado del deber, para ayudar a su país y su gente e impulsar la tierra que los vio nacer, más allá de obstáculos y escaseces de cualquier índole.
En zona roja para el enfrentamiento a la COVID-19; en la vacunación con los inmunógenos nacionales, en pos de frenar la cadena de contagio del virus SARS- CoV-2; en las labores de rescate tras la explosión del hotel Saratoga, en La Habana; en la contención del incendio en la Base de Supertanqueros, en Matanzas; y en muchas tareas que han demandado la fuerza de la nación.
Ian, de categoría tres en la escala Saffir-Simpson, llegó el pasado 27 de septiembre y puso a prueba el empeño de sus habitantes y de una Isla que se volcó a la provincia más occidental, para no dejarla sola porque todos somos un mismo país y la solidaridad está impregnada en nuestro ADN.
Producción de alimentos, construcción de viviendas, restablecimiento del servicio eléctrico y telefónico, reparación de entidades e instituciones dañadas, todos esos empeños han tenido rostros de jóvenes y han sido ejemplo de que la juventud no está perdida.
Con la certeza de que queda mucho por hacer, 2023 aspira a ser un calendario de esperanzas; pero la unidad deberá seguir guiando nuestros pasos en la meta por mayores bienestar y calidad de vida.
