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El bosque en un infierno

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Estos hombres se han visto muchas veces cara a cara con el fuego, en diversos parajes de la geografía pinareña. Foto: Periódico Guerrillero

En sus 32 años en el Cuerpo de Guardabosques (CGB), Brandys Fajardo nunca vio nada igual.

Asegura que los daños provocados por los incendios forestales en Pinar del Río, en los primeros meses de 2025, no tienen precedentes, a pesar de ser una provincia habituada a lidiar con ese tipo de contingencias.

«Creo que va a marcar un punto en la historia, porque ha sido algo fuera de lo común», dice.

En efecto, las cifras espantan. Para que se tenga una idea, en los últimos cinco años, el fuego había afectado como promedio 1 512,6 hectáreas anuales en el territorio.

Sin embargo, desde enero hasta ahora, se contabilizan más de 7 100.

Ello significa que en cuatro meses y medio se ha quemado casi igual cantidad de bosques que sucumbió ante las llamas en los años 2021, 2022, 2023 y 2024 juntos.

Para alguien que ha dedicado su vida a proteger la naturaleza, se trata de una realidad extremadamente triste.

Incluso, confiesa que, entre las áreas afectadas, ha habido algunas que él mismo ayudó a plantar a inicios de la década de 1990.

Hace un par de semanas, por ejemplo, cuando la noticia de un nuevo incendio en la zona del nacimiento del río Galafre, en las montañas de San Juan y Martínez, ponía en tensión a las fuerzas del CGB y del sistema de la Agricultura, Brandys no pudo dejar de recordar su etapa de estudiante de técnico medio en la actividad Forestal, y la manera en que había cuidado ese lugar por más de 30 años.

«Yo lo estuve atendiendo desde que se hizo el vivero, así que mi primera reacción fue pedir que me enviaran allá, que yo quería ayudar a apagar aquel frente».

A pesar del empeño por contener el fuego, el siniestro llegó a abarcar más de 2 500 hectáreas de tres municipios pinareños.

Fue el tercero de «muy grandes proporciones» en lo que va de 2025, un año en el que se registran, además, otros cinco calificados como de «grandes proporciones» (más de 50 hectáreas).

Para el teniente coronel Alexander Pereda, jefe del CGB en Vueltabajo, son varios los factores que han incidido este año en la violencia de los incendios.

En primer lugar, la intensa sequía que ha padecido la provincia. «Hay zonas en las que hemos tenido más de tres meses sin llover».

A ello se suma la gran cantidad de hojas y ramas secas en los bosques, que sirven de material combustible, y vientos que han llegado a sobrepasar los 40 kilómetros por hora.

No obstante, más allá de las cuestiones climáticas, que elevaron al máximo los índices de peligrosidad, ha habido otro factor determinante detrás de esos hechos: el hombre.

De acuerdo con los datos del CGB, el 83 % de los siniestros responde a causas humanas. Es decir, a cazadores y pescadores furtivos, personas que se adentran en las áreas forestales para extraer madera ilegalmente, y campesinos que queman residuos de cosecha o áreas infestadas de malezas, y el fuego se les va de control; una realidad lamentable, con consecuencias dramáticas tanto en el plano económico como ambiental.

Roilan García, un guardabosque del circuito de Guane, comentó a Granma, a finales de abril, durante el combate de uno de los mayores incendios que ha habido en el año: «No se trata solo de la madera. Hay muchas especies de la flora y de la fauna que también se pierden cada vez que sucede un desastre de estos».

En efecto, Yoel Vázquez, especialista de la delegación territorial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), explica que las plantaciones forestales que se pierden solo representan, como promedio, alrededor de un 30 % de los estragos causados por los incendios.

«Hay que incluir los daños a los ecosistemas y a la biodiversidad, la emisión de co2 y otros gases con efectos nocivos, así como la repercusión en la salud del hombre, debido a la contaminación del aire».

También es innegable el impacto económico. Solo la evaluación de las afectaciones provocadas por el incendio de Arenales, en Minas de Matahambre (que abarcó 3 240 hectáreas, y requirió para su extinción la intervención, a tiempo completo, de más de 500 hombres, cinco buldóceres y una docena de vuelos de helicóptero para «bombardear» con agua los principales focos), se estiman en más de cien millones de pesos.

El problema se repite año tras año, aun cuando el CGB no ha estado cruzado de brazos.

El teniente coronel Alexander Pereda precisa que, desde enero a la fecha, se han aplicado 1 346 multas, la mayoría de ellas en el macizo montañoso, por violaciones relacionadas con la protección de la fauna silvestre y la tala ilegal de madera, dos actividades asociadas directamente a la ocurrencia de incendios.

Sin embargo, la frecuencia con que se siguen suscitando estos hechos (este año ya van más de 90), indica que todavía hay mucho por hacer.

Entre las asignaturas pendientes destaca, en primer plano, la necesidad de un mayor control sobre las áreas forestales, y de enfrentar con más rigor indisciplinas y negligencias.

A fin de cuentas, independientemente de las altas temperaturas, la sequía y todas las condiciones adversas que puedan existir, ya sea por descuido o por mala fe, la mano del hombre ha sido el detonante en la mayoría de los casos.

Pero del lado de las empresas encargadas de administrar el patrimonio de más de 464 000 hectáreas de bosques que posee Pinar del Río, también hay acciones que pudieran ayudar a reducir la propagación del fuego, y que no siempre se cumplen.

La construcción de trochas y líneas cortafuegos de cara a la etapa de mayor peligro en 2025, por ejemplo, quedó apenas a un 69 % de lo planificado. En tanto, para la del año pasado solo se hizo un 64 % de lo que se previó.

Es algo que se reitera una y otra vez, por limitaciones con la maquinaria y el combustible, que vuelve más complejo el acceso a las áreas forestales y dificulta luego el combate a los incendios.

En otras palabras: lo que se deja de hacer de manera preventiva implica, después, gastos considerables para poder llegar al lugar del fuego.

En esas circunstancias, los guardabosques pinareños, junto a las brigadas especializadas del sistema de la Agricultura, se han esforzado al máximo para evitar males mayores.

«Es un trabajo fuerte, en el que, por más precauciones que se tomen, uno siempre está expuesto al peligro, por las características del terreno y porque el aire puede cambiar de pronto y sorprenderte», reconoce Brandys.

«Esto es un combate contra un enemigo que no desaprovecha ninguna posibilidad. Donde usted le deje una brecha, por ahí mismo se va».

Todos lo saben bien. Hace un par de semanas, cerca del poblado de Caliente, en Minas de Matahambre, un giro brusco del viento hizo que William Caro quedara rodeado por el fuego mientras aplicaba una contracandela.

No ha sido, sin embargo, su mayor susto. «Tuve uno más grande, en Guane, en la zona de Bolondrón. Había un aire muy fuerte, y nos viró la candela. Si no nos tiramos al piso, el humo nos habría asfixiado.

«A mí me quemó la parte de arriba de las orejas y todas las pestañas, pero sigo aquí porque me gusta. Además, lo llevo en la sangre, ya que mi abuelo fue guardabosques, y mi tío también».

Por esa misma vocación que a casi todos les corre por las venas, aseguran que no hay paisaje más triste que esas columnas de humo negro levantándose hasta el cielo sobre alguna parte de la cordillera, donde la vida de pronto se convierte en infierno.

Un infierno que casi siempre es desatado por el hombre, y, por tanto, se pudo evitar.

(Tomado de Granma)

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