El Líder Histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, cumpliría 98 años en este verano, cuando millones de sus compatriotas vuelven la memoria hacia el 13 de agosto de 1926, fecha de su nacimiento, sintiendo más que nunca su presencia en las jornadas de trabajo creador que protagonizan por la vida y en la defensa de la Patria.
Es indudable que el simbolismo de sus natales añade gozo a la emoción del acompañamiento, pues los cubanos gustan de ponerse en contacto con los orígenes de aquel niño nacido en la localidad rural de Birán, hoy perteneciente a la provincia de Holguín, quien tuvo la virtud casi innata de mostrar un gran apego por la verdad y la justicia, que se haría infinito en su vida.
Y en las esencias del Fidel militante que vive en Cuba ahora mismo está el hombre genuinamente martiano, desde las aulas del bachillerato y la Generación del Centenario, que revivió la antorcha universitaria en homenaje al Apóstol y lideró en 1953 los asaltos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, motor y bandera de la lucha armada como vía primordial hacia la libertad.
De Martí tomó todo, en especial sus afanes y pensamiento independentista, anticolonialista, antianexionista y antimperialista vertical.
Esto dotó su accionar de convicciones revolucionarias profundas, que preconizan la soberanía, la libertad y la justicia, la solidaridad y hermandad entre los seres humanos y no de sentimientos bajos de venganza y malsana voluntad divisionista con que se intenta emponzoñar la vida de la nación, desde las campañas de odio dirigidas y pagadas por el enemigo, con el propósito de destruir la Revolución.
El líder que sobrevivió a más de 600 intentos de asesinato concebidos por la CIA, también forjó por largos años la resistencia y las conquistas innegables de un pueblo libre y soberano frente al enemigo más poderoso de la Tierra.
Y a pesar de las agresiones, sabotajes, calumnias, manipulaciones y el bloqueo económico, comercial y financiero recrudecido en la actualidad, y sin abandonar uno solo de sus principios, tuvo la cabeza lo suficientemente lúcida y serena para, llegado el momento, dar matices nuevos a las posibles relaciones con el gobierno de Estados Unidos.
A propósito, ya en 1994, en tiempos de la administración de Bill Clinton, expresaba:
“Sueñan los teóricos y agoreros de la política imperial que la Revolución, que no pudo ser destruida con tan pérfidos y criminales procedimientos, podría serlo mediante métodos seductores como el que han dado en bautizar como “política de contactos pueblo a pueblo”.
Añadía: “Pues bien: estamos dispuestos a aceptar el reto, pero jueguen limpio, cesen en sus condicionamientos, eliminen la Ley asesina de Ajuste Cubano, la Ley Torricelli, la Ley Helms-Burton, las decenas de enmiendas legales aunque inmorales, injertadas oportunistamente en su legislación; pongan fin por completo al bloqueo genocida y la guerra económica” .
Y seguía: “Respeten el derecho constitucional de sus estudiantes, trabajadores, intelectuales, hombres de negocio y ciudadanos en general a visitar nuestro país, hacer negocios, comerciar e invertir, si lo desean, sin limitaciones ni miedos ridículos, del mismo modo que nosotros permitimos a nuestros ciudadanos viajar libremente e incluso residir en Estados Unidos, y veremos si por esas vías pueden destruir la Revolución cubana, que es en definitiva el objetivo que se proponen”.
En la etapa de Barack Obama, EE.UU. pareció coincidir en parte con el espíritu de esas razonables sugerencias del Líder cubano, dando un giro a su política a partir del 17 de diciembre de 2014. Algo que dio, de nuevo, el brusco timonazo que ya se conoce con la llegada al poder de Donald Trump.
Vuelven Fidel y Martí juntos cuando se piensa en la vocación de salvaguardar y promover la unidad de las fuerzas revolucionarias, y en la confianza sin límites en la fuerza del pueblo.
El 13 de agosto también revitaliza los resultados de los desvelos de Fidel en el desarrollo del potencial científico de la nación y en el funcionamiento de una red nacional de salud pública y otra de educación que dan cobertura de forma gratuita a todos, sin importar recursos económicos, credos o filiación política. Algo que es una realidad evidente y comprobable, y no un mito, pese a los falaces intentos por impedirlo.
En febrero de 1962, en un discurso en el que informaba y analizaba las amenazadoras medidas tomadas por el gobierno estadounidense –leáse bloqueo- contra Cuba, llamó al pueblo a trabajar con el mayor denuedo y productividad en campos y ciudades, en fábricas y en todas partes, con los recursos disponibles, pues esa sería la mejor respuesta posible a esos golpes arteros.
Ese llamado, tan temprano como el propio nacimiento del cerco imperial, sigue en pie hoy y es bandera del accionar del pueblo, junto al fortalecimiento de la capacidad defensiva de la nación. Con gran fe en el presente y el futuro, los cubanos siguen poniéndole corazón a su tierra.
Tomado de ACN