— Hace poco volvió a temblar fuerte, ¿se sintió, todos bien?
— Sí, es que no ha parado de temblar, casi todos los días lo hemos sentido. Estamos bien y preparados. Todo el equipo está orientado a tener listo una bolsa con lo necesario para en caso de emergencias salir de la clínica. Unas veces nos asustamos más que otras.
Desde el otro lado del WhatsApp, el doctor Yordys Lázaro Mederos Batista transmite seguridad y la satisfacción de quien se sabe en el lugar correcto, necesario.
Este joven de 29 años es especialista en Medicina General Integral y diplomado en terapia intensiva y emergencia del adulto. Hoy lleva 12 días en Turquía.
Más de 10 700 kilómetros separan su municipio Batabanó, en la provincia de Mayabeque, de la localidad turca de Büyükyapalak en el municipio Elbistan, provincia de Kahramanmaraş.
Yordys es uno de los 32 colaboradores de la salud cubanos que presta ayuda en esa nación como parte del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias Henry Reeve, tras los devastadores terremotos del pasado 6 de febrero.
En Büyükyapalak coordina el grupo de ocho profesionales sanitarios que junto a una traductora prestan asistencia médica a las familias de esa localidad. El municipio de Elbistan fue uno de los epicentros de la tragedia que dejó solamente en Turquía más de 42 000 fallecidos y una cifra superior a los 5000 en Siria.
“Somos tres médicos, tres licenciados en enfermería, un epidemiólogo, un psicólogo, más la traductora”, escribe desde el otro lado del mundo sin reparar en diferencias horarias, aun cuando fuese madrugada para ellos.
Esta es la primera vez que Yordys sale con el Contingente Henry Reeve a ayudar. “Siempre quise estar en la brigada”, afirma el joven, que no imaginó que la primera de las misiones estuviese marcada por un desastre de tal magnitud.
Al impacto de llegar a una de las zonas del desastre, se sumó otro que han ido sorteando con los días. Adjunta una captura de pantalla, donde su teléfono muestra varios grados bajo cero, y habla del frío. Para un cubano, acostumbrado al trópico, las bajas temperaturas sostenidas son un desafío, pienso.
“El frío nos atacó. Estábamos preparados, pero cuando llegamos a esta realidad, todo cubierto de nieve… blanco, fue impactante. Chequeo la temperatura y veo q eran -10 grados… Fue una sensación un poco perturbadora; pues las medias no eras suficientes, ni los abrigos”, cuenta.
“Corrimos al transporte para taparnos los pies con las bufandas y agarrar algo de calefacción, pero enseguida nos consiguieron medias y lo necesario y seguimos hasta acá”, rememora.
Yordys habla de la tristeza que se siente. “Están muy afectados, psicológicamente sobre todo”.
El trabajo en la clínica es bastante y diario, refiere. “Las personas se acostumbran a que estamos aquí por ellos y para ellos”.
— Mira, esto es en un hogar de ancianos acá. Un hijo nos pidió que visitáramos a sus padres porque los sentía enfermos.
Una mujer de 70 años y un señor de 90 son los protagonistas de las instantáneas. Junto a ellos los médicos cubanos.
— Resulta que ambos tenían neumonía, ella además insuficiencia cardiaca. Les puse tratamiento y los reevaluaremos en los próximos días.
De acuerdo con el especialista, las enfermedades respiratorias son de las patologías más frecuentes— las que se agravan con el invierno— así como las crónicas descompensadas.
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Entre los recuerdos de estos días Yordys puede enumerar varios, pero escoge el del niño de 12 años que recibieron en la clínica ya en la noche, deshidratado, con mareos y vómitos.
Un niño es el mundo entero. Y nada está en su lugar hasta que no se hace todo para que estén a salvo.
—Menos mal que la nieve se está derritiendo.
—¿Es esponjosa?
— Cuando la pisas es una sensación agradable, pero fría. Más bien cruje, estralla.
—¿Qué te dice la familia?
—Que me cuide mucho. Ah, no podemos olvidarnos del té
—¿Extrañan el café?
—Sí, pero el té es genial. Aquí en la brigada no falta para calentar. Decimos q es parte de nuestro cuerpo ya.
—¿De qué es?
—Es Cy (chai) a toda hora. Té negro. Ahora mismo, sin sueño casi, iremos a tomar té.
—¿Qué tiempo estarán?
—Aún no está determinado.
Habla entonces de otra familia que va hallando junto a sus colegas. La que se forma con la gratitud y el afecto.
“Nos dicen ‘cuban’, ‘doctor’, pasan en los carros y nos pitan y nos saludan con la mano en el pecho como señal de agradecimiento”.
“Las personas nos invitan a sus casas. Te quitas los zapatos para entrar y sin entendernos completamente unos a otros en cuanto al idioma, nos comunicamos. Transmitimos confianza, seguridad y gracias a los traductores del teléfono podemos interactuar. Además del lenguaje de señas, a los cubanos nos sobra empatía”, dice Yordys, seguro de que el más universal de los idiomas es el del amor.
Tomado de Cubadebate