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Donal Duarte, un “lobo” del beisbol en Cuba

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Donal Duarte, un “lobo” del beisbol en Cuba
Foto: Cubadebate

Se va calentando y las pelotas comienzan a viajar más lejos. Así sucede hasta que una vuela más allá de las cercas del estadio Capitán San Luis. “Déjalo así para que no quedes mal”, le gritan desde las gradas…

Con el bate al hombro y la lengua mordida espera los lanzamientos de Lázaro Madera, quien colabora con el show lanzando pelotas tras la malla protectora colocada en el box. Batea un par de redondas más que no llegarán a la mítica lomita tras el jardín izquierdo.

“Todavía estoy entero”, fanfarronea Donal Duarte. “Me pongo a entrenar y bateo más que todos esos muchachos”, advierte altanero. Ellos lo miran con admiración e incredulidad, la misma que experimentará cualquier recién llegado a la escena.

Quizá hay que explicar que Donald no va a jugar más, efectivamente se retiró con el San Luis repleto en medio de la 61 Serie Nacional de Beisbol, ante los Industriales.

A los azules de la capital los admiró como rivales, pero siempre quiso ganarles. Les pegó 11 de sus 130 cuadrangulares, incluido el último de su carrera aquella tarde del 4 de septiembre de 2019.

Un sol tremendo abraza Pinar del Río, pero el 12 camina de aquí para allá. Le esperé varias horas porque debe velar por todos los procesos de la preparación del equipo que representa a la provincia en la VII Serie Nacional Sub-23 de Beisbol.

“Vamos periodista que ahora puedo atenderte”, me informa sanguíneo, decidido. Y ahí me habla de los inicios en su San Luis natal. Sus ojos se pierden en los primeros entrenamientos junto a su padre y el profesor Jesús Expósito, su iniciador en el apasionante mundo donde brillaría luego.

Hace un alto en el ya lejano año 2001: “Entré al equipo cuando se lesiona Omar Linares y tuve el privilegio de jugar por él los siguientes años”. Lo dice con naturalidad, la misma con la que sustituyó en la “esquina caliente” a quien probablemente ha sido el mejor pelotero que ha pisado un terreno en Cuba.

“No me dio miedo coger la tercera base por el amor con que jugaba y los deseos. Eso me hacía no pensar en la repercusión que aquello tenía”, confiesa.

“No pensaba en sustituir a Omar Linares ni muchos menos, sino que salía a jugar con unas ganas tremendas. Así me entrenaba, con esa misma pasión, quizá por eso jugué 18 series nacionales sin lesionarme. Jamás pensé que fuera a tener una carrera tan larga y fue gracias al entrenamiento diario y la entrega”, recapitula.

En esos 18 años hizo cuanto quiso. No solo defendió la antesala con la calidad que avala un average de .952, sino que bateó a su antojo como tercero en la tanda pativerde.

Tiene espacio entre los cuatro pinareños que superaron la cifra de los 1 700 jits (1709). Pegó 400 extrabases y es uno de los siete Vegueros que conectó 20 o más jonrones en una temporada. Con 130 vuelacercas y 108 bases robadas integra el club de los 100-100, al que solo se suman otros cuatro coterráneos.

Sin embargo, probablemente sea el liderato, el impulso perenne del Lobo, su mayor aporte a los Vegueros durante su tiempo en activo. Capitán respetado y querido, en igual medida.

Un ejemplo que marcó su carrera fue asumir los arreos como receptor en un juego memorable de play off ante Matanzas, como si de un pitén en su barrio Conrado Benítez se tratara.

Mas, en su memoria genera mayor placer un triple conectado ante José Ángel García en el noveno inning y con las bases llenas, cuando Artemisa ganaba 5×2. Fue uno de los 39 batazos de ese tipo que pegó en los clásicos nacionales, y ese le devuelve las mejores sensaciones.

Lo contrario pasa si le mencionamos el equipo Cuba. Ahí me mira y su boca dibuja un rictus que advierte inconformidad. Pero no evade situaciones complejas, nunca lo hizo.

“Creo que se me pudo dar alguna otra oportunidad de integrar el equipo Cuba. El B lo hice en más de una ocasión, pero el grande solo en 2004. Creo que me lo gané y ahí están los números, todos los pueden ver y hacer sus valoraciones”, opina.

Luego vino el paso por los Capitales de Quebec de la Liga Can-Am. Allí también aprendió sobre todo lo necesario para ganar: “Tuve la suerte de jugar otro beisbol y me impresionó su organización y disciplina. Además se juegan 100 partidos, aquí ya no llegamos a 90. En ese beisbol vi a ex grandes ligas y a jóvenes que jugaron triple A”, detalló.

“La disciplina es la gran diferencia con nuestra pelota, pero si tengo que analizar profundamente el tema creo que los peloteros cubanos no se entregan más por falta de motivaciones, económicas y de otro tipo”, opina.

De a poco se adentra en la responsabilidad de comandar un equipo de beisbol. En ese rol también comenzó con éxito. Este hombre apenas cercano a los 40 años de edad parece estar tocado por la fortuna. En el primer torneo que dirigió, el provincial, quedó campeón con el equipo de San Juan…

“He tenido que atender situaciones problemáticas en mi primer año como director, pero supongo que es algo normal. También he tenido muy buenos entrenadores al lado y me apoyo en sus conocimientos. Creo que estoy preparado para lo que viene y pretendo afrontarlo como un aprendizaje”. Así deja claro que la actual lid para sub-23 es una estación de paso necesaria, pero que aspira siempre a más.

El capitán de los Vegueros, que si estaba bien al bate entonces Pinar avanzaba, ha ascendido a comandante de una nave con propósitos ambiciosos y sin espacio para el conformismo…

“Disfruté mucho ganar la 53 Serie Nacional de Beisbol. Urquiola fue armando ese equipo con figuras nuevas y yo tenía un peso grande dentro del plantel. No puede faltar en mi lista de alegrías el primer triunfo como director, precisamente en el debut. Ganamos el campeonato provincial con el equipo de San Juan”, afirma como haciendo una pausa clave…

“Pero el momento que más disfruté dentro del beisbol fue ganar la Serie 50. No nos daban como clasificados a los play off y de aquello sacamos tanta motivación que terminamos ganando. No creo que vuelva a vivir otra cosa igual”, concluye.

Tomado de Cubadebate

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