Mucho ha costado concluir el pasado curso escolar. Y fue una hazaña de la provincia apenas unas horas después del paso del ciclón, reiniciar las clases con casi la totalidad de las instituciones educativas dañadas en alguna medida.
Cuando muchos creyeron que no se podía, porque hubo quien tristemente perdió hasta su uniforme y libros de la escuela, Pinar del Río devolvió a las aulas a sus niños, aulas muchas veces improvisadas en la sala de un hogar, en una terraza, en un portal.
Y mientras los adultos se debatían en las labores de la recuperación, entre ellos los profesores, que también sufrieron afectaciones en sus viviendas, nuestros muchachos olvidaron gracias a las risas de los amigos y la mano siempre cariñosa de una buena maestra, los problemas de la casa.
Mas ahora el reto es mayor. El presente curso escolar es un desafío para la provincia, incluso para el sistema educacional cubano, pues se trata de asumir nuevos derroteros, de llevar nuevos contenidos a las aulas, de enseñar, educar, lograr que los alumnos vean en esa escuela su espacio de realización personal, aunque muchas veces ni siquiera entiendan qué significa eso.
Gracias a la colaboración de padres y maestros, los alumnos de la escuela primaria Pepito Tey, reciben sus clases en viviendas de la comunidad
Recordemos que son los niños que aprendieron a leer en casa frente al televisor, los niños que estudiaron por las tareas, orientaciones y actividades que desde la distancia, sus maestros dispusieron; porque así lo exigió la pandemia y son los niños que llevan meses preparándose para un examen sin saber cuándo sería.
Este será un curso a prueba de balas, en el que habrá que darlo todo, desde la escuela y desde el hogar para que los estudiantes solo tengan que preocuparse por estudiar, por aprender.
El contexto influye notoriamente. Mientras un grupo importante de centros ya fueron completamente reparados, no pocas escuelas aún tienen ventanas desprendidas, persianales por poner, aspectos estructurales de forma general, pendientes, que habrá que agilizar y priorizar por el bienestar de los niños y docentes.
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Y es que uno debe sentirse bien y a gusto en los lugares y en medio de la actual situación y los esfuerzos ingentes que realiza el país para garantizar determinado volumen de recursos al territorio vueltabajero, las escuelas deben ser una prioridad.
Entre estos pendientes están también los círculos infantiles. No son pocas las madres que se las han tenido que ingeniar desde el paso del ciclón para poder mantenerse trabajando y otras tantas han tenido que acogerse a licencias en sus centros laborales por no tener una institución a la cual llevar a su pequeño ni a nadie de la familia que asuma su cuidado.
Y por encima de todas estas adversidades que obligatoriamente habrá que sortear y vencer, porque son objetivas, puntuales, está lo que es acaso, la médula del asunto y es que el nuevo curso escolar tiene el desafío de, a pesar de toda esta situación, garantizar un proceso docente educativo de calidad como nos tienen acostumbrados los maestros pinareños.
